Albert Boadella regresa a las tablas después de ocho años dirigiendo los Teatros del Canal de Madrid. Allí estrena mañana El sermón del bufón, un espectáculo autobiográfico para contar lo que ha «vivido». Una obra que viajará después al Teatre Talia de València, del 21al 26 de marzo. El dramaturgo presentó su nueva obra ayer en Madrid.

«Me causa una cierta perplejidad ser presentado aquí», bromeó Boadella (Barcelona, 1942) sobre su regreso a los escenarios -no se subía a ellos de forma «constante» desde 1975-, para representará El sermón del bufón en cuatro únicas funciones con las localidades agotadas.

Dirigida y escrita por el propio Boadella, se trata de una obra «ante todo generosa, en el sentido de que es la transmisión de determinadas experiencias» de su vida «artística y personal», explicó ayer. «Yo no paso cuentas con nadie, simplemente cuento lo que pienso, lo que he vivido», recalcó.

Para que la obra no se convirtiese en un «autohomenaje» realiza un «juego entre dos personalidades de sí mismo» en el escenario: Albert -un hombre «más cercano a la infancia», que es la época en la que cree que «se hace» un artista-, y Boadella, el hombre que «se ha ido haciendo con los años», más «cívico y reflexivo».

«Los dos configuran miradas distintas sobre situaciones que se han producido», sostiene el fundador de la compañía Els Joglars, que con este regreso a las tablas vive una sensación «fantástica y formidable»: «Salgo al escenario como Pedro por su casa, es algo enormemente agradable».

«Ser su bufón»

En El sermón del bufón, Boadella también incluye «fragmentos» de las obras o escenas que han sido «especiales» en su vida, y también hará en el espectáculo «algunos personajes». Como Jordi Pujol y el rey Juan Carlos I, de quien, «si hubiese tenido una corte», le habría encantado «ser su bufón» porque es un hombre «muy cachondo».

Respecto a Pujol -a quien calificó ayer como «capo mafioso»- contó una anécdota sobre uno de sus hijos que recibía clases de expresión del dramaturgo en «una escuela pija». «Era un alumno insoportable, no paraba de armar jaleo y le pedí que saliera de clase. Como se negaba, le di dos cachetazos, pero creo que le tendría que haber pegado más fuerte», afirmó.

Acerca de Cataluña, aseguró que «unos desvergonzados han jugado con los sentimientos de arraigo» y han inducido «una paranoia» a la población y que eso «no tiene justificación alguna». Incluso, llegó a comparar esta inducción a la paranoia con la actuación de los dirigentes alemanes en los años 30. «Convirtieron una sociedad culta en una sociedad despreciable que llegó a los límites a los que llegó. Que los catalanes estén paranoicos con el resto de españoles no tiene justificación ninguna», señaló.

El «camelo» del arte

Boadella también se refirió al presidente de Estados Unidos, Donald Trump, de quien llegó a asegurar que le habría «encantado» que llegase a gobernar en España porque, como dramaturgo, se «afilaría la dentadura». «Para los titiriteros es una suerte tener dirigentes tan radicales, aunque para los ciudadanos sea una putada», ironizó.

«La maldad es teatral, somos como cuervos que aprovechamos las calamidades que la sociedad ha tenido que sufrir. No podemos justificar la sátira, pero lo que nos mueve es ese espectro de maldad con personajes sórdidos y brutales. Mira a Hitler lo que ha dado de sí», justificó.

La reflexión de Boadella alcanza al mundo del arte, donde dice que hay «unos camelos impresionantes». «Se intenta acomplejar a los incautos amateurs que se acercan a él. Cuando alguien dice que es artista contemporáneo me muero de la risa ¿Pero que otra cosa puedes ser sino? Hay arte bueno y malo y, para mi, lo que tiene que hacer es interesar a los espectadores».