«No es el más conocido en España y se considera un pintor regional, pero Sorrolla fue el primer artista español en alcanzar la fama en Estados Unidos». Sonia Tercero reclama con estas palabras el espacio que el pintor valenciano merece en el panorma de las artes plásticas. Apasionada por su figura y su obra, la periodista presenta el primer documental sobre la faceta más desconocida del artista: su internacionalización. Un proyecto que se verá el próximo lunes en el programa «Imprescindibles» de La 2.

La idea surgió una tarde de paseo hace dos años. Sonia estaba en la Malva-rosa y se fijó en una pareja que andaba descalza por la orilla. Las olas eran bajas y el momento le inspiró para tomar una foto. Al llegar al hotel, la observó y pensó: «Ésta es la luz de Sorolla, la manera en la que se refleja en las piernas de estos desconocidos». Con este pensamiento comenzó un periplo que la llevó desde Xàbia a Nueva York para indagar sobre la figura de una artista incomprendido en su época. En una España sumida en una crisis política, económica y moral después de la pérdida de las colonias, Sorolla decidió ofrecer sensualidad, movimiento y color. «Una España abierta y cálida» que viajó hasta Nueva York.

Un encargo lleno de luz

En 1911, durante la segunda visita del pintor a la gran ciudad, el hispanista Archer Milton Huntington le hizo el encargo de su vida: la decoración de una de las salas de la Hispanic Society of America. En un principio le encargó 25 piezas sobre diferentes momentos históricos de la península Ibérica (España y Portugal), pero Sorolla le propuso un viaje por las diferentes regiones del país y sus tradiciones, algo a lo que Huntigton, cautivado por esa visión tan soleada de un país conocido en ese momento por la Inquisición, accedió sin pensarlo.

El artista dedicó ocho años de su vida a retratar estas diferencias regionales, viajando por carreteras imposibles cargado con lienzos de cuatro metros de altura. Como resultado, 14 paneles que rompían con la visión que se tenía de esa España oscura. «Una exposición a todo color», que a modo de primer campaña de turismo del país, despertó en los americanos ese vínculo de los españoles con la alegría y la luz. Felipe Garín, historiador de arte, cuenta en el documental como Sorolla rebuscó en la España más profunda para encontrar personas que todavía tuviesen los trajes regionales, pues por aquél entonces «ya se habían dejado de utilizar».

En el momento de la presentación, el pintor ya era muy conocido entre la alta sociedad americana y recibía muchos encargos de retratos. «Llegó incluso a retratar a William Howard Taft, presidente de los Estados Unidos en ese momento», recalca la directora.

Por ello, han querido centrarse en su proyección internacional, ya que en España fue un «incomprendido», y en el resto del mundo, alguien «muy querido». Por ejemplo, remarcan, «fue el primer español en ganar el Grand Prix de París (1900)».

De Xàbia a Nueva York

En paralelo al viaje del pintor y un siglo más tarde, Sonia Tercero ha estado 6 meses grabando en varias ciudades y espacios para producir el documental. Junto con su equipo y varios colaboradores, comenzó el rodaje al otro lado del Atlántico, en Nueva York, para ambientar la ciudad a la que el pintor llegó por primera vez en 1909. Consiguieron el permiso para rodar en la Hispanic Society y la participación de su director, Mitch Codding.

Guiados por el movimiento que Sorolla imprime en el mar, el equipo rodó varias escenas en el Portixol de Xàbia y la cala de la Granadella, a dónde llegaron en yate desde Dénia. «Fue una experiencia increíble y hay escenas que parecen sacadas de la obra del autor», asegura Tercero.

Sin embargo, no podían obviar que las playas favoritas del pintor no estaban en Alicante. Su sueño era tener un estudio de pintura con vistas a la Malva-rosa, y «como nunca lo pudo realizar por las exigencias de la industria artítica, en el documental lo hemos recreado», adelanta la directora. Junto con 10 alumnos de la escuela de Bellas Artes, grabaron una escena frente al mar en el que los jóvenes recrearon el mar del pintor.

También han filmado en el Museo de las Artes de València, los Jardines de Monforte, la Albufera y dos lugares poco comunes: una velería, que fabrica velas de barcos y una fábrica de tapices , situada en Muro de Alcoi.

Uno de los descubrimientos más importantes que han hecho al bucear en la biografía del artista, ha sido comprobar la importancia que tenía para él su familia. Una parte a la que les ha acercado su biznieta Blanca Pons Sorolla, «pilar fundamental» del documental. El pintor se quedó huérfano cuándo era pequeño porque sus padres murieron de cólera, «lo adaptaron unos tíos y vivío en un entorno muy humilde». Por eso, cuando se casó con Clotilde, cuidó mucho a su familia y a su hijos. «A ella le escribía una carta todos los días que estaba fuera y a ellos les llevaba siempre que podía a sus viajes», asegura Tercero. Además, tuvo muy buena relación con Antonio García Peris, padre de su mujer y un fotógrafo conocido del momento. «Ellos fueron la familia que nunca tuvo», asegura.

Gracias a este trabajo de investigación, la periodista confiesa haber conocido a «un personaje alucinante, que cautiva por su instantaniedad, su movimiento y su capacidad de recrear». Un artista incomprendido capaz de sugerir sensaciones «como nadie», y de hacerte sentir en un cuadro «el aire, el ruido, y el olor del mar».