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Entrevista | Vicente Feijóo

Vicente Feijóo: "No somos dinosaurios. Ellos se extinguieron y nosotros hemos sobrevivido"

"Si hubiera querido ganar dinero no habría hecho metal. Elegí el lado oscuro. Los caminos difíciles son los de verdad"

Vicente Feijóo: "No somos dinosaurios. Ellos se extinguieron y nosotros hemos sobrevivido"

En aquella Mislata de 1977 que ya se debatía entre el pueblo y el extrarradio, un adolescente Vicente Feijóo formó con su hermano Eduardo y sus amigos Vicente Catalá y Jesús Martínez una banda de «rock duro y directo». En 1978, antes de que lo hicieran Obus o Barón Rojo, Zarpa sacó su primer LP («Jinetes del apocalipsis»). En los 80, década dorada del heavy español, la banda grabó discos referentes de este estilo, tocó por todo el país e incluso «salió» a Europa. Pero los tiempos cambiaron y Zarpa se mantuvo oculta hasta que en el siglo XXI Vicente retomó el proyecto con una nueva formación. Hoy siguen actuando y grabando nuevas canciones. Para ellos la música no es nostalgia, es una necesidad.

P ¿Qué pintaba un heavy en la Mislata de 1977?

R Entonces ese adjetivo no existía. Queríamos hacer una banda, empezamos a experimentar con diferentes estilos, y nos dimos cuenta de que el que más duro y directo iba con nosotros y llegaba más a nuestra gente. También queríamos huir de los ambientes juveniles de entonces, que eran muy mediocres, muy discotequeros, o de bandas que iban pegándose por ahí.

P ¿Y que pinta un heavy en la Mislata de 2017?

R Somos personas que hacemos música dura y que se ha convertido en algo de culto. La gente que en aquella época tenía entre 15 y 20 años es ahora adulta con responsabilidades e hijos, pero que no ha perdido la afición por esa música. Y ahora es mejor porque los que han aguantado son más selectivos. Los heavys somos una tribu urbana que ha resistido a todo.

P Los heavys están vivos, y eso que algunos dicen que son unos dinosaurios.

R No somos dinosaurios. Ellos se extinguieron y nosotros hemos sobrevivido. Ahora convivimos con raperos, reguetoneros y cosas así, pero el rollo del metal sigue sobreviviendo.

P ¿Qué sentido tiene ser fiel a los mismos códigos que uno eligió hace 40 años?

R No es lo mismo un heavy de 1977 que uno de 2017. Ahora hay más heavys calvos que con el pelo largo (ríe). Y tampoco es importante el rollo social, ya no somos gente que viene de barrios marginales. A los conciertos vienen arquitectos o empresarios, cada uno con sus estéticas. Lo que une el pasado y el presente es la necesidad de separarse de lo establecido y, sobre todo, el amor por la buena música.

P Cuando Zarpa se consolida en los 80 València era más conocida por la bandas pop.

R Tuvimos épocas en las que estuvimos integrados. Todo iba a base de talones, de gastarte dinero en las emisoras y las discográficas. Íbamos a festivales del Corte Inglés, de los 40, tocábamos con Presuntos Implicados, Gabinete, Radio Futura... Pero la mina de los mecenas se acaba y te quedas descolgado. Y ahora sigue ocurriendo. Sobrevivimos porque tenemos un público fiel, aquí y en el extranjero, y nos publica un selló alemán que se gasta dinero en publicidad y nos distribuye en Asia, Europa y América. Aquí no nos contratan ni los ayuntamientos ni el Sona la Dipu.

P Parece que ahora los «indies» de verdad son ustedes...

R Claro. Ser indie es una etiqueta para cierto tipo de bandas, pero la mayoría de heavys también son independientes, no porque quieran sino porque no tienen más narices.

P No le veo ni tocando ni de espectador en el FIB...

R Qué quieres que te diga... Esos grupos son copias de copias de los demás, cantan en inglés aunque sean de Móstoles. Hay algunos que se basan en cuatro soniditos y un tío melancólico y bucólico cantando. No me dicen gran cosa.

P A mediados de los 80 muchas bandas de metal fueron evolucionando hacia el pop o el trash. Ustedes se mantuvieron fieles al heavy clásico. ¿Por qué?

R Quería seguir haciendo canciones que se entendieran. Nuestras canciones, pese a ser duras, podrían estar pinchándose en la radio porque tienen melodías, estribillos, mensajes con respeto.

P ¿Por qué les llegó el desencanto a finales de los 80?

R Pasaron muchas cosas. Por ejemplo, la ruta del bakalao. Resulta que mucha gente que venía a nuestros conciertos no era amantes de la música, sino del mogollón y cuando vino la ruta se fue allí. Cambiaron la chupa de cuero por ese tipo de fiesta. Y, además, las discográficas dejaron de apostar por bandas con un corte más duro.

P ¿Qué pasó después de desaparecer la primera formación?

R Me costó mucho volver a formar una banda. No sólo era encontrar músicos, sino que se comprometieran y les gustara lo que hacían. Y hasta que no conseguí la banda en la que podía confiar, no pude retomar Zarpa. Además, tienes una edad en la que empiezas a tener hijos, un trabajo. Ya sabes lo que pasa cuando te haces adulto...

P En «Ángeles negros» cantaban «somos algo olvidado en el fondo de un baúl». Y en «Promesas»: «las puertas se van cerrando con severidad». Suena a frustración.

R No, es decir la verdad. Estaría frustrado si no pudiera hacer lo que me gusta. Ahora nos invitan a festivales pero nos ponen a las 5 de la mañana o a las 3 de la tarde, en escenarios más pequeños. No respetan la trayectoria ni la longevidad.

P Y aún así, siguen ahí.

R Si hubiera querido ganar dinero no habría hecho metal. Pero elegí este lado oscuro de la música porque los caminos difíciles son los verdaderos. Hubo un año en el que estuve tentado en hacer algo más comercial, con acordes alegres. Pero mi interior me dijo que ese no era mi camino, mi camino es el que nadie quiere andar.

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