L

a memoria no sólo es buena o mala. También es interesada. Por supuesto que puede ser manipulada de acuerdo con las conveniencias personales o de grupo. En Madrid, algunos medios informativos han querido hacer tabla rasa de las actuaciones arbitrales y con ello minusvalorar los seis títulos conseguidos por el Fútbol Club Barcelona.

Tengo para mi que las polémicas por las decisiones de los árbitros alcanzarían cuestión nacional si los medios madrileñomadridistas tuvieran que discutir con cuantos han sido agraviados desde 1943, fecha en que comenzaron las hostilidades con el Barça. Con el Valencia empezaron antes. Baste recordar que el equipo tomó la decisión de retirarse del viejo campo de Chamartín para no seguir siendo atropellado por el árbitro que salió dispuesto a anular al Valencia cuantos goles hiciera falta para que el Madrid no fuera eliminado en Copa.

La memoria impide recordar a Sánchez Ibáñez, Sánchez Ríos, Tristante Oliva, pongamos por caso y también a Emilio Carlos Guruceta, autor de un penalti fuera del área, que por vez primera pudo ser captado por la televisión en blanco y negro y denunció el atropello.

En los tiempos del virreinato madridista presidió el Comité Nacional de Árbitros José Plaza, quien se tomó tan a pecho que fuera sancionado Guruceta que dimitió. Volvió después y siempre se le adjudicó la frase de que mientras presidiera el Comité Nacional nunca ganaría la Liga el Barça.

Ciertamente, hubo años en que nadie podía hacerse a la idea de plantar cara al Madrid. Plaza era hábil y colocaba árbitros caseros y anticaseros a conveniencia madridista.

Los escándalos obligaron a modificar el sistema de designación. Pasó a ser cosas de tres, el propio Plaza, Antonio Martínez Lafuente, presidente del Comité de Competición -abogado del Estado de profesión- y Fernando Vara del Rey asesor jurídico de la Federación. Plaza ya no pudo mangonear a su antojo y, casualmente, con designaciones regidas por el sentido común pudo ganar dos ligas la Real Sociedad.

El propio equipo donostiarra pudo haber ganado otro campeonato con anterioridad, pero el Madrid logró empatar en el Bernabéu partido que ganaban los vascos. Cuando le lanzaron un penalti a Arconada, al mismo tiempo, volaba algún bote contra él, fotografía que captó Antonio Gabriel.

Con el cambio de designación y la salida de Martínez Lafuente, valenciano y valencianista, la campaña arbitral no pudo ser mejor orientada y hubo descenso en Mestalla. Bastaría revisar los videos de la época para confirmar las complacencias con los adversarios del Valencia. Alfonso Azuara me llamaba cada domingo desde Televisión Española para que viera el atropello del día.

La lucha entre Madrid y Barça empezó en 1943. En eliminatoria de Copa, en Las Corts ganaron los azulgrana por 3-0. Fue la primera vez que el público mostró con silbidos su postura ante la dictadura. El Barcelona fue sancionado con 25.000 pesetas. Para la vuelta los diarios madrileños calentaron el partido con vertientes políticas. Las mismas que pidieron al acabar la Guerra Civil que desapareciera el club catalán. Se conformaron con que le quitaran dos de las barras de la senyera del escudo.

La vuelta fue tan singular que en las taquillas se dieron localidades con silbato. Antes de que comenzara el partido un algo dirigente de la Dirección General de Seguridad entró en el vestuario azulgrana para advertir a los jugadores de que, además de no desear el mínimo problema, había que recordar que algunos de ellos habían sido generosamente perdonados después de la sanción recibida por no haberse incorporado a la España nacional. Era el caso de Escolá, Balmanya y Raich. Este huyó de Molins de Rei por ser de Acción Católica y a la vuelta de Francia fue castigado por el régimen.

Los jugadores barcelonistas salieron al campo asustados. La silbatina fue impresionante. El resultado 11-1. El Madrid fue castigado federativamente con 25.000 pesetas y el Barcelona, de nuevo, con idéntica cantidad. Acto seguido, avergonzado por el atropello, dimitió su presidente don Enrique Piñeiro, Marqués de la Mesa de Asta, militar que entró en la Ciudad Condal con las tropas franquistas. A causa del escándalo, el régimen obligó al presidente madridista, Pedro Parages, a que tomara la misma decisión y fue nombrado nuevo dirigente Santiago Bernabéu.

La única criónica del 11-1, que insinuó lo sucedido, se publicó en el vespertino del Movimiento "La Prensa". Al autor le retiraron la credencial de la época y no volvió escribir hasta 1952 en los Juegos de Helsinki. El autor se llamaba y se llama, Juan Antonio Samaranch.

Para más detalles del virreinato, programas de mano.