Se enfrentaban los dos peores equipos del Mundial, con cero puntos y cero goles entre ambos tras dos semanas de torneo. Finalizado el choque, España vuelve a ser campeona del mundo y Honduras plantea la célebre incógnita sobre cuántas selecciones no deberían haber llegado a Sudáfrica.

Desde que España entregó la gloria a cambio de las matemáticas, somos obligadamente resultadistas. Gracias a sus dos goles, cualquier victoria ante Chile le clasifica para octavos. Ha aprobado el test de estrés. Sergio Ramos ofreció algo más que un cambio de peinado, Torres no ofreció nada, y de Villa hablaremos en párrafo aparte. Los españoles han debutado en el Mundial con un partido de desventaja.

Los datos deportivos no son siempre los más relevantes. Los hondureños pueden presumir del hotel más barato del Mundial, a 75 euros la habitación. Por lo visto anoche, les urge abandonar ese ascético alojamiento. Entrarán en los anales del Mundial por haber seleccionado a tres hermanos, nos ahorraremos el chiste de que en ese país cuesta reunir a once personas sin vínculos familiares. De hecho, ni se inmutaron conforme arreciaba la tormenta.

Honduras tiene tantas limitaciones que no le cabe ninguna más. Sin embargo, sólo un jugador perforó repetidamente su muralla de papel. Villa fue el gran error de Madrid y Barça hace un año. Su fútbol dice lo que piensa. No marca para nosotros, necesita el gol para sobrevivir. Combate por su subsistencia como los replicantes de Blade Runner, su intensidad agónica contrasta con el distanciamiento del marco de todos los jugadores, empezando por los delanteros. El penalty fallado por el neobarcelonista nos puede costar el primer puesrto del grupo, pero nadie lo habrá sufrido tanto como él.

El bullicioso Navas conectaba con la España clásica, que siempre perdía épicamente. Su pundonor estéril define el fútbol de fogueo que ocultó el marcador real. El equipo de Del Bosque necesitaba una Honduras facilona para que los heraldos de la hipérbole vuelvan a hablar de la generación más lograda desde la tripleta de Dalí, Lorca y Buñuel, aunque ahora en una actividad seria. Quienes no atisbamos todavía ningún motivo para el entusiasmo, expreesaremos un ruego minimalista.

Por favor, disparen a puerta.