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El director del Laboratorio de Control Antidopaje de Barcelona, Jordi Segura, ha advertido de que el futuro del dopaje pasa por la genética y los primeros casos podrían verse "en uno o dos años". El doctor Segura recibió recientemente el Premio Nacional de Investigación en Medicina del Deporte por su estudio sobre la detección de todo tipo de transfusiones sanguíneas, incluidas las autólogas (de la misma persona), que hasta el momento eran indetectables.

Para Segura, el próximo método al que pueden acudir los tramposos será el dopaje genético: en lugar de inyectarles sustancias como la EPO o la hormona de crecimiento, a los deportistas se les insertaría en el músculo el gen que las fabrica. "Nuestros métodos actuales se basan ahora en distinguir la EPO de tu propio cuerpo de la (EPO) del medicamento, y posiblemente no podría aplicarse la misma estrategia (en caso de dopaje genético) porque la EPO la habría fabricado tu propio organismo", indicó el doctor del IMIM (Instituto de Investigación Hospital del Mar).

Segura, que dirige el laboratorio antidopaje de Barcelona que está acreditado por el Comité Olímpico Internacional (COI), está convencido de que "algún día" puede detectarse el primer caso de dopaje genético. En todo caso, el científico explicó que la impresión general es que, al igual que la terapia genética con fines clínicos, este asunto aún no está suficientemente maduro.

Conflicto ético a la vista

Sin embargo, Segura ha advertido de que los efectos del dopaje genético podrían entrar en un conflicto ético de grandes dimensiones por su carácter impredecible. "A la larga, lo que puede dar la manipulación genética es impredecible. Lo que es más preocupante es si un día, en el futuro, se hacen manipulaciones que afecten a la línea germinal, que se transmitan a la siguiente generación, con lo que afectaría a la descendencia", afirmó Segura.

El doctor también explica en qué consiste el trabajo por el que ha sido galardonado, que permite comprobar si un deportista ha utilizado una autotransfusión, si bien el método todavía no se puede aplicar para sancionar. La bolsas que se utilizan para almacenar la sangre extraída -con el objetivo de volver a inyectársela antes de una competición importante- contienen plastificantes, que se impregnan en las membranas de los glóbulos rojos.

Una vez que se inyecta de nuevo la sangre en el cuerpo estos plastificantes pasan con ella y se excretan por la orina, ha explicado Segura. "Todas las personas tenemos plastificantes en la orina, porque estamos en contacto con plásticos en nuestra vida diaria. Pero si todos tenemos un nivel determinado, después de una transfusión el nivel puede pasar a ser entre 20 y 80 veces superior", insistió. Segura aclaró que este tipo de residuos se expulsan "entre 24 y 48 horas después" de que se haya llevado a cabo la autotransfusión.

El método aún no se utiliza para sancionar porque, según explica, hay que certificar que no hay otra alternativa posible que explique la exposición aguda y la alta presencia de plastificantes en la orina. Se refiere Segura a la posibilidad de que el usuario trabajara con plásticos o hubiera sido tratado con diálisis, casos de todos modos bastante improbables en deportistas de alto nivel. "Por lo tanto, si aparece un nivel alto de plastificantes en la orina hay un 95% de posibilidades de que se haya producido una transfusión", aseguró Segura sobre una práctica dopante ampliamente utilizada, como se ha demostrado con las operaciones policiales Puerto o Galgo en España, en las que fueron incautadas bolsas de sangre.

Silencio sobre el caso Contador

Segura no quiso pronunciarse sobre el caso que afectó al ciclista Alberto Contador, absuelto por las autoridades españolas. Varios medios de comunicación filtraron que se habían encontrado restos de plastificantes en su orina, algo que el doctor rehusó comentar porque no lo vio confirmado en ningún documento ni de forma oficial.