Florentino Pérez está totalmente perdido en el fútbol. De ahí que sea capaz de pasar de "caballeros" como Queiroz o Pellegrini a "bronquistas" como Mourinho. El afán por ganar le hace presa del vaivén constante en su búsqueda del éxito, una búsqueda cada vez más desesperada que le ha llevado a entregarse como nunca al ocupante del banquillo, con la circunstancia de que se trata del entrenador más conflictivo que se ha visto por aquí en tiempo.

Ya tenía su fama Mourinho después de su paso por Inglaterra e Italia, pero lo de esta temporada supera todo lo imaginable, quizás también porque por estos lares se le ha hecho más caso que nunca antes. Si no hay escrito un tratado sobre el victimismo en el fútbol y un editor se muestra interesado, que no pierda el tiempo porque nadie más preparado para resolverlo que el portugués. Todo con tal de hablar lo menos posible de fútbol, que es ¡oh desgracia para algunos! de lo que se trata.

Mourinho lleva fatal que no se le baile el agua. Amparado en su extraordinario palmarés se considera más o menos el inventor del fútbol de nuestro tiempo y cuando las cosas no ruedan como él quiere, pues tira de árbitros, de conspiraciones, de lo que sea, con tal de encontrar una explicación externa al hecho de que los resultados no acompañen.

El presidente del Madrid, ansioso por el éxito que se le resiste, y con el azoramiento propio del triunfador en otros aspectos de la vida que tiene que aguantar cómo sus amigos y conocidos no paran de preguntarle que como no es capaz de repetirlo en el fútbol, no se apea de momento del mourinhismo como último recurso para saciar su hambre de títulos, aun a costa de amparar la bronca permanente en la que se ha convertido su entrenador, aunque igual tiene razón Cruyff y resulta que no todo es culpa de Mourinho sino de quien se lo permite; es decir que puede que la imagen que quiere transmitir Pérez de caballerosidad no sea del todo pura. ¡Madrid, quién te vio y quien te ve!