Soldado sacó ayer de un apuro al Valencia. El pichichi, que empezó el partido desde el banquillo porque Emery lo reservaba para el encuentro contra el Chelsea, rescató al equipo de un naufragio inexplicable. Porque incomprensible fue como el Valencia dejó escapar el rumbo de un partido que muy pronto tuvo encarrilado por un tempranero gol de Tino Costa. Ahora sí, se piensa en el Chelsea. En la primera final de la temporada. Y el equipo la afronta con la garantía de contar con un jugador en racha. Con el Matador reencarnado en Soldado.

Los actos le echaron un pulso a las palabras, y ganó la lógica. El técnico aseguró que el partido del Chelsea no iba a condicionar «para nada», el partido de anoche, pero la alineación y la intensidad el partido refutaron el discurso. Emery dejó en el banquillo a Soldado, Jonas, Albelda, Bruno y Feghouli y en la grada a Victor Ruiz y Miguel, futbolistas que probablemente jugaran en Stamford Bridge. Pero la necesidad le obligó a echar mano de Jonas, Soldado y Bruno. Y es que el Valencia no supo administrar y rentabilizar el gol tempranero de Tino Costa y, cuando el empate ya había enfurecido a Mestalla, tuvo que ser el pichichi del Valencia, en el primer balón que tocaba, quien maquilló un partido muy gris. De muchas dudas.

Cierto es que el encuentro se puso muy pronto de cara. En el minuto cinco, y mientras en el túnel de salida al campo aún estaba Kempes digiriendo el homenaje recibido, el árbitro pitó penalti por un agarrón de Didac sobre Dealbert que Tino Costa se encargó de marcar. El Espanyol, un equipo muy joven con la lección bien aprendida —con buen toque de balón— pero muy impreciso e inocente ofensivamente, trató de tener el dominio del balón, pero las ocasiones fueron sin embargo para un Valencia que, con solo poner una pizca de ritmo al juego, se plantaba ante un dubitativo Cristian Alvarez. También a balón parado, el Valencia puso en aprietos al meta ya que, tras un saque de esquina lanzado por Tino Costa, Aduriz cabeceó picado y el balón rozó el palo. Y ya. Y es que, el Valencia dosificó su juego tanto que, en la primera parte, mas de uno bostezó en la grada.

En el descanso, Emery sentó a Barragán —que debutaba en Mestalla— para que Bruno frenara a Weiss, el jugador con más movilidad y peligro del Espanyol, un equipo que aprovechó la apatía y falta de carácter local para convertir el encuentro en un correcalles en el que ningún equipo supo, ni quiso, coger las riendas del partidos. Asustado por el color que grisáceo que tomaba el choque —se escucharon pitos—, el técnico tuvo que echar mano de Jonas para inyectar movilidad y desborde al ataque porque Piatti, que jugó de mediapunta, anduvo despistado y atolondrado. Pero, como se veía venir, marcó el Espanyol. El central Hector Moreno, a bocajarro batió a Alves tras un centro raso de Thievy. Y claro, la necesidad obligó al técnico a recurrir a Soldado porque el apuro requería la presencia del pichichi. Y, en el primer balón que tocó, el goleador no falló.