Él puede que lo haya olvidado, a juzgar por la camaradería con la que se comporta, pero el resto del valencianismo dificilmente echará en saco roto la campaña de acoso y derribo a la que, desde Madrid, se sometió a David Albelda, por echarle el aliento en el cogote a Zinedine Zidane, achucharle hasta la extenuación y no dejarle respirar. Al ahora capitán del Valencia le llamaron de todo. Desde las más refinadas plumas hasta las cotorras más garrulas, clamaron a voz en grito contra el de La Pobla Llarga y exigieron su destierro por los siglos de la siglos. Todo, por su marcaje al francés, con el que impidió que, en el partido de su debut liguero, cuando se las prometían muy felices, no pudiera lucir sus habilidades. Aquel día, Zidane no tocó bola por culpa de Albelda. Inadmisible. Ahora, el Real Madrid calla—por tanto, otorga— respecto al soez estilo de Pepe. No es la primera burrada que hay que anotarle en su haber ni, seguramente, será la última, dada la hoja de servicios del portugués y los procedimientos a los que recurre su entrenador en su enfermiza obsesión por desmontar al Barça.

Con todo, lo más curioso del caso es que los voceros madridistas se han escandalizado porque el comportamiento de Pepe, según cuentan, es indigno del Madrid, no casa con el señorío y la nobleza del club. Como si sus jugadores no hubieran roto nunca un plato. Como si por esa casa no hubieran desfilados acreditados leñeros de la talla de Pachín, Benito, De Felipe, Fernando Hierro, Ricardo Rocha... Cito de memoria y a vuelapluma. Candau, más capacitado, nos puede dar la relación exhaustiva. Pepe no es un caso aislado, ni un lunar en el expediente madridista. En todas partes cuecen habas. En el Madrid, también. Que no pongan cara de inocentes. Ellos, como todos, también tienen mucho que callar.