El Levante UD salió anoche dolorido por su derrota en el Bernabéu, una afrenta que debe servirle de refuerzo para los próximos partidos. Más no pudo hacer para plantar cara al todopoderoso conjunto de Mourinho, al que tuvo contra las cuerdas hasta el final del primer tiempo. El árbitro frustró entonces sus planes. Primero por mantener en el campo a un violento Sergio Ramos y después por expulsar a Iborra y señalar penalti cuando no había argumentos para tanto castigo en tan poco tiempo. Fue el punto de inflexión del partido, el empujón que necesitaba el Madrid para sacar adelante un encuentro muy competido por su rival.

El Levante UD había vivido más de media hora de gloria, el tiempo que fue por delante en el marcador gracias a un gol de Gustavo Cabral. Todo un atrevimiento. El árbitro no le permitió estar más tiempo en ventaja sobre el grupo de Mourinho. «Basta, esto no puede seguir así», se diría el colegiado a sí mismo, mientras contemplaba las imponentes gradas del coliseo madridista. Incapaz el Madrid de desenredar el nudo táctico del Levante UD durante el primer tiempo, el colegiado decidió tomar cartas en el asunto. Su criterio con uno y otro equipo en ese espacio de tiempo fue tan desigual como esta Liga, repleta de absurdos. Algo ha de haber de cierto en la leyenda que persigue al Madrid desde tiempos inmemoriales. En caso de apuros, algún elemento externo suele salir a su rescate. Las hemerotecas están llenas de afrentas del madridismo contra el resto de competidores. Es una cuestión histórica, casi científica, que el Real Madrid es un club socorrido por las altas instancias.

Antes del protagonismo de Undiano Mallenco, el Madrid fue superado por el Levante UD. El conjunto «granota» saltó al césped sin complejos, dispuesto a sacar provecho a la prepotencia con la que el rival y su entorno planteó el partido. Fiesta y masaje, pensaron después de la derrota del Barça el sábado en Navarra. Enfrente, se encontró con un equipo sólido, compacto, y decidido a conquistar el área contraria en busca del gol. El premio llegó muy pronto. El gozo fue de Cabral, al aprovechar la primera aparición de Sergio Ramos en el partido, en una zancadilla, como no, sobre El Zhar. Farinós golpeó al segundo palo, y por allí apareció el defensa argentino para marcar de cabeza, ajustando la pelota al primer palo. Paradojas del destino, Cabral adelantaba a su equipo ante el líder la tarde que el club anunciaba el fichaje de David Navarro, el defensa que viene a ocupar su posición.

JIM planteó el partido perfecto en la primera parte. Lineas bien juntas, achique de espacios en torno al área y sentido común para armar el contragolpe. La alineación de Valdo como medio punta fue un acierto. Le dio al equipo la verticalidad perdida en las últimas semanas. El caboverdiano es un futbolista sencillo, que no se anda con rodeos. Koné lo va a agradecer mucho.

El Levante UD aguantó con orden la reacción del Madrid, que jugó con sus mejores armas. Del Horno se encargó de frenar a Benzemá; Ballesteros y Cabral cerraron los accesos por el centro y Javi Venta hizo el resto en la banda derecha. Por delante, Iborra se multiplicó para ayudar a Farinós, tan valiente como siempre. El valenciano no se acobardó nunca para salir con el balón controlado en busca de alguna alegría.

Munúa se encargó de neutralizar las contadas ocasiones que fabricó el Madrid en la primera parte, con tres paradas sensacionales, incluida una espectacular a un lanzamiento de Cristiano Ronaldo. El paso de los minutos confirmó el orden con el que el Levante UD se plantó en el campo y la impotencia del Madrid para demostrar su talento. No es cierto que los equipos «grandes» no necesitan las ayudas externas. Al Madrid le vino muy bien anoche la complacencia arbitral. Una gozada para Sergio Ramos, que hizo lo que quiso. El colegiado omitió una patada, sin el balón de por medio, a Del Horno, que debió terminar con el exsevillista en la ducha. Minutos después, al límite del descanso, el colegiado rompió el partido. Señaló penalti por unas manos involuntarias de Iborra, jugada que aprovechó para expulsar al valenciano por doble amarilla. Iborra, que había estado a punto de marcar el 0-2, abandonó el campo con la mirada perdida, incapaz de comprender tanta injusticia. Cristiano anotó el empate y enterró casi todas las ilusiones «granotas». Fue un golpe fulminante.

Con pista libre para el despegue, Ronaldo dejó cerrado el partido con dos goles más al inicio del segundo tiempo, uno de ellos de fábula, en un zapatazo con efecto de plátano desde fuera del área. Hasta con diez, el Levante UD aguantó el tipo. El gol de Koné, en un contragolpe perfecto, alteró durante un instante la paz del Bernabéu. Una muestra del orgullo del grupo de JIM, al que sólo el 4-2 le dejó definitivamente fuera.