A estas alturas de la proyección, con el argumento bastante avanzado, todavía no sabemos de qué va la película. Por lo que llevamos observado hasta ahora, no hay novedades relevantes y parece que nos están contando esa historia tan vista de un equipo bipolar que igual se viene arriba, que de repente se hunde en la miseria. Pero tampoco nos podemos fiar demasiado de los precedentes, porque si nos atenemos al discurso de su entrenador, este Valencia sigue abierto a todas las posibilidades. A comienzos de temporada, Miroslav Djukic anunció a los cuatro vientos que venía para competir con el Barça y el Madrid. Ahora mismo, su equipo está ya a nueve puntos del segundo y a trece del primero. Y no es eso lo malo: lo peor es que en el enfrentamiento directo con el Barça en Mestalla, Djukic salió a jugarle al líder a campo abierto, de tú a tú. Su equipo fue arrasado y no le cayeron media docena de milagro. A toda prisa, hubo que cambiar de argumentario. De su grandilocuente discurso inicial, el entrenador pasaba a solicitar que el equipo actuara justito, con las líneas muy pegadas. Se habían acabado los derroches veraniegos. Y la otra tarde, después de sucumbir ante la Real, el serbio mostraba su satisfacción porque el VCF no había concedido muchas ocasiones de gol. Menos mal.

El problema no es si se defiende más o menos bien, o se ataca más o menos mal. El problema es que con este equipo, nadie sabe a qué atenerse, empezando por sus propios futbolistas, que en privado „y pese a la ausencia de Rami„ expresan su desconcierto. La constante indefinición de Djukic no es una mera cuestión retórica ni una disquisición dialéctica, sino que expresa la desorientación de un grupo cuya identidad está todavía por cuajar. La personalidad futbolística de este VCF no está clara. No se sabe cuál es su forma de comportarse en el campo, su manera de jugar, el método empleado para afrontar la competición...

A estas alturas, en medio de tanta indefinición, hay algunas cosas que comienzan a estar claras para casi todos menos para ese entrenador inexpresivo en la banda y apocado en sus comparecencias públicas, que sigue los partidos de pie como una estatua, casi mudo, sin emitir una señal o dar una orden contundente, que no mueve ficha, incapaz de cambiar sobre la marcha un planteamiento o que no recurre al banquillo hasta consumida una hora de partido „mucho tiempo perdido„. Pabón no está para jugar, pero Djukic lo mantiene contra viento y marea. En un equipo muy justito de calidad, el serbio no cuenta con Dani Parejo, a pesar del fútbol que emana de sus botas. Insiste con Banega y no le da bola a Canales. Se empecina con Postiga y corta de raíz la buena racha que había iniciado Paco Alcácer€ Repasa uno la alineación inicial del Valencia la otra tarde, y cuatro de esos nombres provocan escalofríos, por su escasa fiabilidad. Así no se puede ir por la vida, ni mucho menos, moverse por la alta competición.

De los cinco partidos que lleva ganados el Valencia, tres de ellos lo han sido ante rivales de medio pelo (Granada, Rayo y Kuban); otro, ante un Málaga desarmado y en plena transformación. Solo al Sevilla, que anda este año de capa caída, se le derrotó con solvencia. Añádase el empate de San Mamés, que pudo romperse a favor o en contra. Con ese bagaje tan mediocre, a continuación contémplese el panorama: quedan por delante todos los choques ante rivales de mucho fuste „la competitiva clase media de la Liga„ empezando por ese Villarreal que se aproxima. De manera que, o Djukic se aclara pronto y decide a qué demonios quiere jugar, si truca o envida, o Mestalla las va a pasar canutas.