En una noche insulsa de fútbol, la Real despachó al Valencia con un triunfo que deja a su rival prácticamente fuera de la lucha de los puestos europeos. Una vergüenza para un club de la talla del blanquinegro, al que le queda el consuelo muy excitante, por otra parte de disputar la actual edición de la Liga Europa. En la competición doméstica, es otro cantar. Todo el esfuerzo que le costó al equipo, con la llegada de Pizzi, de recuperar terreno perdido, se ha ido al traste. Un punto de nueve en tres semanas es un saldo desolador. Su juego, además, resultó ayer desesperante. Sin poder de intimidación en el área contraria y con su centro del campo obsoleto, sin capacidad de distribución del juego, todo quedó supeditado a la rentabilidad goleadora de Agirretxe, que con un gol decantó la victoria del lado local.

El Valencia tenía que superar la prueba de la ansiedad, la que le hundió frente al Rayo en su última salida en la Liga, y la que sufrió ante el Athletic. La prueba del algodón para saber si el equipo sería capaz de ser el mismo que gestionó con una gran jerarquía su aventura en Bulgaria el pasado jueves. El que ilusiona en Europa, el que juega con los galones puestos. La respuesta fue negativa.

Sólo hubo buenas noticias al principio. El Valencia saltó al césped de Anoeta a marcar el ritmo del juego. Con Alcácer sancionado, Pizzi estiró el equipo con la presencia de Jonas de «9», con Vargas por detrás y dos balas más como Piatti y Feghouli por las bandas. El Valencia tomó un ratito el mando de la pelota, pero con un fútbol muy silencioso. Parejo, por ejemplo, apenas entró en juego. Un quiero y no puedo. Un desastre.

Pizzi ha cambiado varios parámetros en el equipo. Por ejemplo, la obsesión por jugar más por las bandas. El desaire por abrir el campo le ha venido bien a Barragán, hiperactivo en las últimas semanas. Denostado no hace mucho, ahora sube la banda con más poderío que nunca. De hecho, fue el primero en enviar varios centros al área. Es raro no ver a Barragán rondando el área en cualquier ataque de su equipo desde la derecha. Está hecho un titán.

El dominio del Valencia se diluyó con el paso de los minutos. La Real se negó a esperar a su rival y pasado el tramo de tanteo, compitió al máximo por llevar el orden del juego. Ahí apareció Zurutuza, el más activo junto a Griezmann, para levantar a su equipo de la siesta. Sin fútbol, pero mucha energía, la Real merodeó durante un rato el área el Valencia. Pero no llegó a inquietar a Diego Alves, relativamente tranquilo. Varios córners y algún disparo lejano pusieron a prueba la labor defensiva visitante. Y poco más. Senderos demostró su autoridad. Casi descatalogado en el Fulham, tiene estrellas que enseñar en la chaqueta. Se desenvolvió con mucha contundencia en el primer tiempo. Vela y Agirretxe sufrieron su presencia. No conquistaron nunca la trinchera de enfrente. El «pelao» desprende mucho oficio.

Con el balón de aquí para allá, sin un dueño claro, la Real se sentía más cómoda. En el Valencia, nadie conseguía meter la tercera velocidad, porque no había sitio para la aceleración. Vargas, por ejemplo, estuvo perdido. Cada vez que intentó correr con la pelota, se estrellaba con algún defensa realista. Sin la complacencia del rival para desarrollar un fútbol directo, el Valencia consiguió al menos elaborar un par de jugadas ofensivas interesantes. Feghouli, en combinación con Vargas, buscó el gol con un remate seco desde fuera del área que obligó a Bravo a pedir orden en sus filas. Tras el lanzamiento de córner, Jonas estuvo a punto de marcar. Estiró la pierna para rematar el balón, que salió rozando el poste ante el silencio de Anoeta. Fue la mejor ocasión del primer tiempo. Una ocasión perdida que pasó factura.

Pizzi buscó darle juego a la banda izquierda con la presencia de Fede tras el descanso, donde Bernat no había encontrado la verticalidad de Piatti, otra vez perdido en la banda. Bien atado Parejo, Keita acaparó más radio de acción. En un partido trabajado, sin fluidez en el juego, el músculo del malí mantuvo al equipo a flote durante mucho tiempo. Para entonces, la Real había multiplicado sus recursos. Vela, por ejemplo, incordiaba desde cualquier posición.

Tras una serie de rebotes imposibles en el área pequeña de la Real, tras un lanzamiento de falta anulado finalmente por fuera de juego, la Real encontró un premio inmerecido. Agirretxe se elevó sobre los centrales para «peinar» la pelota al segundo palo. Un gol de delantero puro.

Pizzi buscó reacciones con la entrada de Vinicios por Vargas, desaparecido todo el partido. Antes de la intentona final del Valencia por igualar el choque, Diego Alves evitó la derrota segura en un mano a mano ante Griezmann. Una parada que le dio vida a su equipo para, al menos, buscar la igualada.

Con Míchel también en el campo como tercer recambio, la intimidación del Valencia resultó estéril. Apenas contó un par de llegadas al área. Ninguna acción desequilibrante. Un fracaso. La Real ganó por voluntad. Con la vieja máxima de correr más que el contrario.