Comenzó la final del Trofeo Dispe-Atalaya con las gradas del Pelayo repletas. Esto marcha. Participaba en el cartel ese joven de buena planta llegado desde l'Horta Nord, Puchol II, subcampeón individual. Jugaba acompañado de Salva de Massamagrell y Carlos de Genovés, de rojo. Frente a ellos el trío azul con Miguel, Félix y Dani, que ocupaba lugar de «punter» por primera vez en más de dos décadas. Los nuevos «marxaors» de Pelayo gritaban a las cuatro murallas «als blaus», atendiendo a las indicaciones de la «cátedra». Algunos parecían sorprenderse, pero ya se sabe que, «quan la càtedra opina per algo serà». La «cathedra», palabra latina, no es otra cosa que la silla donde se sientan los obispos en sus oficios litúrgicos, la de los confesionarios, las sillas del coro y las del púlpito. En Pelayo la cátedra la ocupa ahora la «peixera» y ciertas localidades reservadas en la «escala».

Desde allí salen las órdenes. Unos hacen caso, y otros, mayoritariamente librepensadores, van a la suya porque, habrá que convenir que la cátedra anda muy devaluada. Y para muestra, la final de ayer. Los sabios doctores de la iglesia de Pelayo debieron pensar que el trío azul era más de fiar que el rojo y lanzaron la idea de que ganaría. Se encontraron con una realidad incuestionable: el chaval de Vinalesa domina todos los saberes, es hombre culto, y preparado técnica y físicamente para responder a todas las embestidas. Tiene carisma, levanta entusiasmos y convence. Así es que la cátedra hubo de recoger velas y proponer un discreto silencio.

Allí estaba ese fiel y humilde obrero cumplidor que es Salva, ganador de una tira de campeonatos cuando se juega sin galerías, «i per algo serà», y del joven Carlos, que pareció ayer tocado por la gracia divina para desesperación de los sillones catedralicios. En el trío azul se confiaba en la sabiduría de Miguel, en la potencia de Félix y en la maestría de Dani. Ayer, en más de una ocasión, «hi havien dos per al sac i el sac en terra», pues Félix y Dani no acabaron de entenderse, y Miguel, que comenzó ilusionado, acabó entregando armas.

El 60 a 30 es fiel reflejo de lo visto. No es el interés de Puchol II ocupar sillones catedralicios pero es evidente que se ha convertido en la «càtedra» del juego: el que domina la física, la matemática, la psicología y el diseño; la telecomunicación y la teología porque para muchos comienza a ser un icono, algo superior a la razón. Muchos de sus golpes no parecen humanos, de tan bellos, tan perfectos? ¿Será el Miguel Ángel de la pilota?