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Fútbol de ciudad

Más difícil de barrio que de pueblo

El ascenso del CD Serranos a Preferente dignifica a los clubes de Valencia ciudad, donde mantener a los equipos «amateurs» es tarea complicada

Más difícil de barrio que de pueblo

El CD Serranos celebró anoche su ascenso a Regional Preferente, terreno hasta ahora desconocido para uno de los clubes de barrio de mayor solera de Valencia. Como en los tiempos en los que el fútbol aficionado era un reducto de ocio de peso en las urbes, el Puente de la Trinidad se llenó de espectadores hasta los topes. Hoy no es habitual ver a los equipos de las ciudades (clubes de élite al margen) por encima de la Primera Regional, de ahí el logro del equipo amarillo y negro, heredero del mítico Deportes Arnau.

Valencia, como todas las grandes ciudades, es una jugosa e inmensa cantera de futbolistas. Otra cosa es competir con sus equipos «amateurs». Los clubes de barrio juegan en clara desventaja con los de pueblo. Sin el amparo directo del ayuntamiento, los gastos del mantenimiento de las instalaciones y la mayor dificultad para encontrar esponsors, los costes se multiplican. En los pueblos todo es más fácil: el consistorio es un amparo seguro y nunca faltan patrocinadores. Está claro: El individualismo de los barrios es un lastre, también, para sus equipos de fútbol. Pese a la aventura financiera que supone un ascenso de categoría, sin embargo, pocos renuncian al reto. «Es una cuestión de orgullo. Aunque la mayoría no podemos pagar a los futbolistas, es un desafío deportivo al que no podemos renunciar», coinciden todos los clubes. Los arbitrajes, las tarjetas y los desplazamientos disparan los presupuestos.

Un dato aplastante: en 2001, Valencia (sin contar a los gigantes Valencia CF y al Levante UD) contaba con 54 equipos federados. Hoy sobreviven 34. Sólo hay uno en Tercera División, el Torre Levante, la excepción que confirma la regla, y dos en Regional Preferente. El resto compite en Primera y Segunda Regional. «Para una escuela de barrio, sostener al «amateur» es complicado. No podemos pagar a los futbolistas y eso es un problema para competir», asegura Antonio Ataner, presidente del Històrics, fusión del Parreta y el Marxalenes, que durante años compartieron campo. El mismo camino siguieron el San Pedro Pascual y el Vallejo, ahora bajo el nombre del Atlético Turia. Vecinos del CD Serranos, mantienen una escuela muy digna y a su primer equipo en Primera Regional. «Como los chavales de la escuela, los del primer equipo pagan por jugar. Pero nos sirve para dar salida a los futbolistas de los juveniles», explica Ricardo Gómez, presidente del club rojinegro.

El CD Serranos, en plena evolución, ha vivido una temporada magnífica. Es el ejemplo del trabajo de escuela bien hecho. Ahí está el resultado. «Se han juntado buenos jugadores (entre ellos Víctor Djukic, hijo del exfutbolista) y un gran entrenador», explica Borja Porcar, uno de los coordinadores del club. «Está claro que en Preferente buscaríamos patrocinador, pero tener un equipo lo más alto posible es bueno para la escuela. Lo hace más atractivo para los juveniles y así sucesivamente. Eso sí, mantener un equipo de ciudad en Tercera es inviable», explica Borja, responsable del primer equipo.

El presupuesto medio de un club de Segunda Regional es de 12.000 euros. El coste de los arbitrajes y los desplazamientos se dispara en las categorías superiores (25.000 en Preferente). «En Primera nosotros nos sustentamos. Nuestra política es de cantera, como el Athletic. Y a coste cero. Los amateurs no cobran, pero tampoco pagan. Nuestra fórmula es que tenemos pequeños esponsors del barrio», explica Enrique Lecha, presidente del Benicalap, un clásico.

La supervivencia es un logro en el caso de Los Imposibles Levante. En este club de «las casitas rosas», los futbolistas del primer equipo (Primera Regional) también pagan por jugar. «Se nos va de presupuesto. Así que pagan 160 euros por la inscripción más 20 euros al mes. Todos vienen del juvenil. Aun así, perdemos dinero», afirma Vicente, su director deportivo.

Si ser de barrio es complicado , más difícil es ser de las pedanías. El Castellar-Oliveral ha renunciado a su plaza en Preferente, categoría en la que luce sus colores otro histórico: El Discóbolo-La Torre. Emigró de Malilla al barrio del sur de Valencia, donde su labor social es impecable. «Nosotros mantenemos al equipo en Regional porque encontramos patrocinadores de La Torre, pero no es fácil. Los futbolistas cobran por primas», explica su director deportivo, José Luis Santillana. En la otra parte de la ciudad, el Torre Levante es la excepción de la ciudad. Su equipo juega en Tercera. El secreto: hay esponsors que lo alimentan y la escuela está «muy profesionalizada», explica su director deportivo, Ramón Calvo. Una realidad asimétrica a la del resto de equipos de barrio.

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