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Montaña

"El Everest fue una etapa, no nuestra cima"

Rafael Vidaurre, primer valenciano en ascender a la montaña más alta de la tierra junto a Coque Pérez, recuerda su hazaña 25 años después

"El Everest fue una etapa, no nuestra cima"

«A mis ojos le ocurrieron algo, no sufría ningún dolor a pesar de no ver prácticamente nada, pero me quedaba poco y tenía que aguantar», relata Rafael Vidaurre, primer alpinista valenciano en atisbar el horizonte desde el punto más álgido del Everest (Nepal). 25 años han pasado desde que Rafa y su amigo Coque Pérez comenzaran una aventura que definen como «una etapa de su carrera, pero no como su cima». En declaraciones a Levante-EMV, Vidaurre rememora el ascenso, el contexto y las consecuencias con el filtro de la nostalgia y el regocijo de aquel sufrimiento recompensado.

«Tengo un cúmulo de recuerdos apelotonados en mi cabeza. Me acuerdo del miedo interior y del pánico al fracaso. No podré olvidar de mi mente aquellas noches estrelladas, la profundidad de la nieve, la oscuridad del frío y las tormentas de rayos que parecían vistas desde un avión», cuenta el alpinista valenciano de 65 años que en 1991 fue el primero junto a Coque Pérez y el resto de la expedición formada por Juan Carlos Gómez, Joan Grifol, Javier Botella y Moisés García en hollar la cumbre del Everest. «A un alpinista le quedan muchos sueños que cumplir tras el Everest. Nosotros seguimos soñando después de aquello, pero a pesar de no estar frustado, siento que se me han quedado retos por realizar», asegura Vidaurre, que recuerda su posterior escalada en Groenlandia.

Durante aquella «épica aventura», Vidaurre recalca la importancia de las limitaciones que puede suponer la altitud de un promontorio como la nepalí de 8.848 metros. «Si tu cuerpo no se adapta a cierta altitud, no hay más remedio que bajar. En la actualidad dicen que es más fácil subir el Everest, pero es mentira», afirma el alpinista valenciano. «Hoy pueden subir la tienda y la comida, pero no te pueden subir a ti», añade.

Vidaurre sufrió una congelación de la córnea durante el día de cumbre, algo que no limitó su único objetivo de engalanar la cima de la montaña más alta de la tierra. «Sufrí por mi vista, pero cuando peor lo pasé fue a los dos o tres días de llegar. Vi que mi cuerpo no se adaptaba a la altitud y creí que tenía que volver incluso antes de empezar la aventura», explica el alpinista de 65 años que destaca los repetidos cambios extremos de temperatura y la escasez de ropa para cambiarse durante los casi tres meses que duró el viaje hace dos décadas y un lustro.

El escalón Hillary, una pared vertical de 14 metros, confirma Vidaurre que fue el objetivo más importante previo a la cima. «Carlos y Moisés fallaron el día de antes. Recuerdo que a Coque y a mí nos salió un día espléndido con un imponente sol», expone. No se considera un maestro, pero su experiencia le avala como una voz autorizada para los jóvenes alpinistas que sueñan con el Everest. Vidaurre les aconseja ir «paso a paso, partido a partido», como diría el entrenador del Atlético de Madrid, Diego Pablo Simeone. «A los alpinistas que estén empezando les pido que no quieran dar el salto directo a un 8.000 de un día para otro. Que tengan experiencias de forma gradual, por ejemplo en los Alpes o en los Pirineos. Pero no ir de golpe al Everest», explica de forma clara.

La edad ha ido diluyéndose en los últimos años como un impedimento a emprender hazañas deportivas, mayoritariamente dedicadas a los jóvenes. Su fiel compañero, Coque Pérez, no descarta a sus «cuarenta y diez» como cantaba Joaquín Sabina, volver a intentar una prueba de este calado; pero Rafa Vidaurre no se ve preparado para acompañarle. «A mis 65 años, a pesar de casos como el de Carlos Soria al que admiro, no me veo preparado psicológicamente para afrontar un reto así», añade el primer alpinista valenciano en mirar hacia abajo y ver la montaña más alta del mundo.

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