Es difícil explicar una derrota cuando un equipo hace 115 créditos de valoración y captura 16 rebotes más que su rival en una final. Esos fueron los números del Valencia Basket en su quinta final copera de la historia (solo ganó la de 1998) . Un choque de los taronja que fue prácticamente perfecto en entrega, rigor, acierto y corazón.

El equipo de Pedro Martínez tuvo el infortunio de tener enfrente al que muchos califican como el mejor Real Madrid de la historia. En la línea de lo mostrado en los compromisos antes el Gran Canaria y el Barcelona, el Valencia Basket se superó en la final con un baloncesto intenso y puro, que, pese a los golpes de su rival con Llull, Carroll, Doncic, Randolph o Ayón, nunca le perdió la cara.

El botín valía y mucho la pena y el conjunto valenciano peleó hasta el final con honor. Hubo indignación con el arbitraje. Aunque ya se contaba con ello, por surrealista que pueda parecer, una vez más el trío arbitral estuvo desafortunado no solo en los pequeños detalles sino en jugadas clamorosas como una antideportiva de manual de Taylor a Dubljevic que pudo haber cambiado en los últimos minutos el desenlace del torneo.

De poco sirvió que los colegiados del duelo de cuartos de final entre el Real Madrid y el Andorra fueran a la nevera, ya que ayer de nuevo privaron a los taronja de competir en igualdad de fuerzas. El enfado era grande en el vestuario y también entre los rectores del club, encabezado por el propietario, Juan Roig, porque ya llovía sobre mojado. Pedro Martínez fue elegante, no quiso echar más leña al fuego. Todavía queda mucho en juego y el futuro se presenta con retos que conseguir en la Fonteta. Aunque la derrota escocía en el seno del plantel valenciano, ya se mira hacia delante. La Eurocup y la liga se perfilan en el horizonte más cercano. Y la Euroliga como un premio añadido.

Pelea hasta el final

Una canasta de San Emeterio que puso el 12-13 en el marcador fue la última vez que el Valencia Basket estuvo por delante. Sin grandes rentas, el conjunto de Pablo Laso contenía los arrebatos de los valencianos gracias a sus grandes individualidades. Los estirones blancos obtenían respuesta de los taronja, que, en un enorme derroche de esfuerzo, llegaban muy vivos al descanso (47-45).

Fruto de esta tenacidad y empuje, una canasta de Thomas igualó el partido y abrió un hilo a la esperanza, una puerta a la posibilidad de que la sorpresa fuera real (68-68). Respondió el Real Madrid con dos triples perfectamente defendidos por Carroll y Llull. Los de Pedro Martínez, que echaron en falta la genialidad de Diot y la fuerza de Kravtsov, tuvieron dos triples para ponerse por delante pero el balón no quiso entrar (76-74).

Con la ventaja en el electrónico, el Valencia Basket debía intentar algo, sabedor de que el Real Madrid es inabarcable en situaciones así. Dubjlevic se multiplicó. El montenegrino realizó una final de libro y una Copa de gigante, aunque una falta muy dura de Taylor que no fue señalada como antideportiva todavía no le permite acceder al «top» de respeto arbitral.

Con el choque perdido, un triple de San Emeterio daba el último impulso al Valencia Basket. Un campo atrás, el mismo que no se vio ante el Andorra, propició que Van Rossom tuviera 9 décimas para ganar. El tiro forzado no entró. La tristeza y el orgullo tomaron Vitoria.