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Una humilde belleza

Una humilde belleza

Se juega esta mañana en Pelayo, (11,30 horas) la final del campeonato de parejas y tríos de la pilota valenciana. Se hace en un trinquete inaugurado en agosto de 1868, en un templo del deporte popular europeo. Protagonizan el duelo varios chavales llegados desde diversos rincones de la geografía valenciana, uno de los lugares del viejo Imperio Romano donde ha pervivido un juego de pelota que algunos catedráticos estudiosos de las palabras considerarían heredero de alguna de las modalidades de los antiguos atletas greco-latinos.

Sabemos de la existencia de trinquetes en Valencia desde poco después de la Conquesta. Por todo ello estamos ante un acontecimiento que debería trascender el ámbito deportivo para adentrarse en el antropológico y cultural. Bien está que modernicemos la venta de este producto pero sin olvidarnos de que el mayor de sus valores, aquello que lo hace diferente es precisamente el ser el más antiguo de los deportes que se conservan. El más antiguo y al mismo tiempo dotado de una belleza plástica cautivadora. Aquí se juega con la mano, con una pelota durísima a una velocidad que supera los cien kilómetros hora, se usan las dos manos , cuatro paredes, rebotes y en una secuencia digitalizada de brazos, troncos y piernas, certificaríamos que en posiciones corporales variadas y estéticamente hermosas.

Esos chavales, Soro III, Javi, Pedrito, Pere Roc, Félix y Monrabal merecerían todas las atenciones. Sólo unos centenares pagarán una entrada para disfrutar de la belleza que ofrecerán. Quizás los valencianos somos tan meninfots que han de venir de fuera para valorar la grandeza de lo que tenemos. Igual es que practicamos la virtud de la humildad. Virtud sublime, desde luego, pero poco rentable en los tiempos que corren. Sólo cabe asomarse a la ventana.

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