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Rebelión ante el imperio del duopolio

Mi mayor envidia respecto al Valencia Basket reside en su postura emocional

Rebelión ante el imperio del duopolio

Mientras la Fundación Hortensia Herrero debe estar a punto de anunciar que se hace cargo de la restauración de las ruinas del Madrid (de basket), se han disparado a lo loco las comparaciones entre Valencias al punto de que la felicitación oficial del club de fútbol para con el de baloncesto ha ido acompañada de unos cuantas respuestas con improperios de los aficionados propios, fruto de la histeria: aprended-de-ellos-joder.

Desde finales de los noventa, cuando entonces sí los triunfos fueron parejos, irremisiblemente cada éxito del equipo de basket ha ido acompañado de deseos de imitación por parte de los hinchas del equipo de fútbol. Tenemos un complejo de simbiosis que debe proceder de la traumática separación entre el club y sus secciones deportivas. También una derivada del leve contacto informativo con el día a día en

la Fonteta y la consecuente idealización de todo lo que allí ocurre.

Da lugar a comparaciones bien locas. Pone en marcha el ventilador de los paralelismos. Lim debe ser Roig, Marcelino debe ser Pedro Martínez.Como si las mascotas Pam y Bat (¿por qué la mascota del Valencia ya no tiene nombre?) debieran ofrendar común descendencia.

Los paralelismos se mustian solos ante la escasa base real. Pero puestos a yuxtaponer dimensiones, mi mayor envidia respecto al Valencia Basket reside en su postura emocional frente al duopolio que viene gobernando las competiciones nacionales de basket en los últimos años, fruto en parte del rodillo futbolístico trasladado a las canchas y aupado por los medios afines.

Podría haberse resignado el grupo de Pedro Martínez a un rol comparsa, sosteniendo su sumisión en victorias intermedias y aceptando la imposibilidad de vencer al duopolio, acatando las convenciones. Cuando encaras una eliminatoria, un partido, resignado y empequeñecido, la tensión competitiva se desmorona de inmediato. Leo unanimidad en los expertos para señalar que la clave de la final fue que el Madrid (de basket) por primera vez en este tiempo sintió que el rival no le temía. Licencias poéticas, imagino.

Me acuerdo de la foto de Llorente y Piatti haciendo gestitos de alegría en el vestuario tras un empate en el Bernabéu. Me acuerdo del consejero Sol acatando goleadas en contra en el Camp Nou bajo el placebo de que se había jugado bien. Me acuerdo de Nani saliendo perdiendo del campo del Madrid casi a gatas, despacito, y explicando después que total-no-nos-jugábamos-nada y para qué ir rápido en la vida pudiendo ir lento.

La liga del Valencia (de basket) es una constatación que frente al imperio del duopolio hay más alternativas que el asentimiento. Pero todas pasan por romper con la comodidad: por el talento, el trabajo y la mentalidad competitiva. Todas cuestan mucho dinero aunque no sólo es cuestión de dinero.

Maldita sea, otro con los paralelismos infundados...

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