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La prohibición

La prohibición

E n un colegio de Castelló han prohibido jugar a fútbol los miércoles. El fútbol es «una fuente de conflictos». Los niños se vuelven agresivos y las niñas casi no juegan. Ahora jugarán menos, sobre todo los miércoles. Los miércoles llevarán los juegos de casa. Les deseo la mejor de las suertes.

Los Patios Coeducativos promueven la autonomía, la autoestima, el respeto y la ayuda mutua. Me siento un abuelo de otro tiempo, porque todo eso lo promovió en mí el fútbol. Con o sin guía adulta aprendimos a pactar unas normas y a organizarnos, asumimos que la derrota es una opción natural, entendimos el valor del juego en equipo y disfrutamos de un deporte universal que difumina razas, sexos, clases sociales o condiciones físicas. El mejor futbolista de esta época es enano. Los anteriores eran gordos y antes mandó un flaco. Todos habían nacido pobres, o casi. El fútbol femenino avanza pese a los desprecios que me hace mi hija. Siempre consideré el guante integrador del fútbol una herramienta potentísima en el ámbito escolar, ya fuera en mi barrio, en el otro o en lo profundo de la selva colombiana. Por supuesto que hay conflictos, pero el diagnóstico quizá sea erróneo: el fútbol no es la causa, el fútbol refleja las consecuencias. Las causas seguirán por desgracia ahí fuera. Sobran ejemplos: siempre pensé que estábamos del lado de la solución, pero despierto en el bando del problema.

Esos estigmas que carga el fútbol no son nuevos. Tampoco las prohibiciones. En el siglo XIV ya se prohibió en Londres. Aquí al mismo tiempo prohibimos la pilota. En el siglo XX tuve un profesor de Educación Física obsesionado con que no jugáramos a futbito. En clase nos obligaba a jugar a balonmano. Éramos los mismos, en el mismo sitio y haciendo lo mismo, pero en lugar de los pies usábamos las manos. Eso nos salvaba a los ojos de Dios y sin duda nos hizo mejores personas. En el instituto el profesor tenía incluso teoría. Según él la clave estaba en la Segunda Guerra Mundial. Como ganaron los ingleses nos gustaba el fútbol. Si hubieran ganado los alemanes el deporte de masas sería el balonmano. Lo repetía mucho, tanto que llegué a pensar que lamentaba de veras que no ganaran los nazis. Tendrían sus cosas, pero al menos ahora no jugaríamos a fútbol.

Cada vez que escucho la palabra experto me pongo a temblar. Cada vez que escucho la palabra asesor me arrodillo, agacho la cabeza, cierro los ojos y extiendo los brazos juntando las muñecas, esperando el frío metálico de las esposas, deseando que me lleven detenido. Cuidado con los que tienen un plan en la vida. También tendrán uno para la tuya. Cuidado con aquellos que tomaban los apuntes con varios bolígrafos y los ordenaban luego con subrayadores fosforitos de distintos colores. Cuidado con los que llevaban paraguas cuando llovía. Cuidado con los que saben.

El mundo se divide en dos tipos de personas: los que ven la torre Eiffel en una película y dicen ´mira, París´, y los que nos quedamos la otra noche a ver el Perú-Nueva Zelanda. Obviamente esto es una exageración y aunque no lo fuera tenemos las de perder, y perderemos, pero da igual, estamos aquí para hacerles felices. Me gustan los equipos trabajadores, constantes, honestos, valientes y jóvenes porque son todo lo que yo no soy. Me gusta el invierno porque puedo llenar de comida los bolsillos del batín y no tener que levantarme del sofá durante un Perú-Nueva Zelanda. El de la tele dijo que no era penalti porque el defensa tenía el brazo pegado al cuerpo, y menos mal, porque si lo tuviera despegado vaya susto, llamad a un médico.

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