Las dos fotos del pasado domingo publicadas en la sección de Deportes de este periódico con los mismos protagonistas, Javier Subirats y Xavier Luján, en la misma postura (cuclillas) y en el mismo lugar (el campo de Montilivi), separadas por un tiempo de 39 años, nos reconcilian con el fútbol y con el periodismo.
En la imagen antigua, la parte más noble de este deporte: un niño valenciano de seis años, Xavier, busca un recuerdo con su ídolo, Javier, en la ciudad donde trabajaba el padre del crío y donde, circunstancialmente, el futbolista había ido a jugar con el equipo local cedido por el Valencia CF. Año 1978.
En la instantánea del pasado sábado en Montilivi, Xavier, un asesor laboral de 45 años, hincha del Valencia y del Girona, posa con el exfutbolista Subirats, de 60, invitado al palco por el club ampurdanés.
«Qui és eixe xiquet?», se preguntó Subi, sorprendido, cuando Chente Oliver reveló la historia. El xiquet se quedó a vivir en Girona y ha conservado en estos casi 40 años su afición por la sociedad de Mestalla y por sus grandes mitos.
Subirats recordaba ayer cómo llegó a parar al Girona. Ya había debutado con 18 años en el Valencia cuando la mili (aquel servicio militar obligatorio) lo mandó a Sant Clemente de Sa Seba, al norte de Catalunya. Después de tres meses de campamento, le ofrecieron dos posibles cesiones: al Figueres, que estaba en Tercera y pagaba mejor, o al Girona, en Segunda B cuando esta categoría tenía solo dos grupos y era mucha más fuerte que ahora. Eligió el Girona y eligió bien. Se curtió en la fría ciudad catalana, fue llamado por la selección sub 21 e incluso se enfrentó al Valencia en la Copa de 1979 que después acabaría ganando el cuadro valencianista con los dos majestuosos goles de Mario Kempes ante el Real Madrid en el Calderón.
Acabado el año de mili, Subi regresó en septiembre a Mestalla habiéndose perdido la pretemporada con el conjunto de Alfredo Di Stéfano, pero listo para debutar, junto a Tendillo y a Pablo, en el mítico Ibrox Park en una eliminatoria de la Recopa de Europa. El Valencia, que había empatado 1-1 en la ida contra el Glasgow Rangers, remontó 1-3 con una exhibición de los jóvenes debutantes, sobre todo de Pablo, bautizado por la prensa como La Ardilla de Ibrox Park.
Aquel equipo firmaría un recorrido fabuloso por la Recopa, superando en cruces memorables al Nantes y al Barcelona, antes de vencer en la final al Arsenal. Subirats solo contaba con 20 años y se quedaría en Mestalla muchos años más, hasta su retirada, en 1990.
Después de su prolífica etapa como futbolista (contribuyendo también al ascenso de 1986), Subirats fue entrenador (en el Villarreal y el Mestalla), director de la escuela de Paterna y director deportivo. Fue el arquitecto del mejor Valencia de la historia, dos veces subcampeón de Champions y dos veces campeón de Liga.
Como jugador, Subirats se distinguió por una técnica exquisita y una inteligencia que no desmerecía ante otros superdotados futbolísticos como Solsona y Mario Kempes.
Como director deportivo, se caracterizó para saber qué tipo de futbolista triunfaría en Mestalla: Baraja, Cañizares, Aimar, Kily González, Vicente, Ayala... y en una etapa posterior David Villa, además de apostar por recuperar a los cedidos en el Villarreal: Palop, Albelda y Angulo.
Con estos antecedentes, conviene escuchar al maestro qué opina de los dos jóvenes con más talento de los últimos cursos procedentes de la cantera de Paterna: Carlos Soler y Ferran Torres.
«Carlos Soler tiene mucho dinamismo y regate. Puede jugar en varias posiciones y, en el mediocentro, irá adquiriendo el poso necesario para el puesto con los partidos. Tiene llegada y podría jugar incluso de media punta. Los goles acabarán llegando».
«Ferran Torres tiene un potencial grande. Cada vez juega más atrevido en el uno contra uno, que es lo suyo. Es muy joven (18 años) y estos partidos con el Valencia le van a venir muy bien por la experiencia. Me está gustando mucho».
