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Bankia en el laberinto del Popular

La entidad semipública podría ser el comodín del Gobierno si los grandes del sector no se deciden a absorber al banco

¿Qué hace Bankia en el proceso de venta acelerada del Banco Popular? La pregunta es pertinente sobre todo porque el banco con sede en València se halla inmerso en cerrar la operación por la que absorberá el Banco Mare Nostrum (BMN). Parece excesivo entrar en otro movimiento cuando el primero aún no se ha cerrado. Mientras en la entidad presidida por José Ignacio Goirigolzarri se asegura que su posición en estos momentos es la de «mirar y nada más», medios financieros ponen encima de la mesa varias posibles explicaciones que se sustentan en la singularidad de Bankia y las enormes dificultades por las que atraviesa el Popular.

Fue el ministro de Economía, Luis de Guindos, gran factótum de la reestructuración de la banca española a partir de 2012, quien esta semana desveló que Bankia era una de las pocas entidades interesadas en el Popular, junto al Santander y, en menor medida, CaixaBank. El Sabadell ya oteó esta opción hace un tiempo y no va a repetir. Por su parte, el BBVA, al parecer, quiere un colchón de seguridad en forma de Esquema de Protección de Activos (EPA) de casi imposible cumplimiento porque el regulador, es decir, el Banco Central Europeo (BCE) se opone a otra ronda de ayudas públicas.

La situación del Popular es muy delicada. En el sector solo se le augura una posibilidad: que sea comprado por otra entidad. Excesivamente expuesto al ladrillo, la entidad finalmente ha aflorado buena parte de sus activos tóxicos y cerró 2016 con unas pérdidas de casi 3.500 millones. Los depósitos empiezan a huir, el valor en Bolsa se hunde y las necesidades de capital son acuciantes. Aunque el banco valora como alternativa una ampliación de capital, no parece una opción realista, entre otros motivos porque hace un año ya pidió 2.500 millones que no han servido para subsanar los problemas. Sin ayuda del Estado, su único camino es caer en brazos de otra entidad.

Pero no está claro que los competidores del Popular estén dispuestos a jugársela, entre otros motivos porque hay muchas dudas sobre el alcance del agujero que el ladrillo le ha dejado en su balance. En medios financieros se habla de cantidades de relieve: 3.500, 6.000, hasta 7.000 millones.

Bankia, intervenida en mayo de 2012 con una inyección de dinero público de 22.400 millones y liberada desde el 1 de julio para realizar operaciones corporativas, está controlada por el Estado, que tiene casi el 65 % de su capital. De ahí, aunque no sea muy ortodoxa, la intervención de Guindos.

En medios financieros se apunta que el interés de Bankia por el Popular al tiempo que cierra su fusión con BMN -presentar una oferta no vinculante y estudiar sus datos-puede deberse a que el Gobierno quiere crear la sensación de que en el sector hay hambre por el banco que preside Emilio Saracho. La explicación más lógica, no obstante, según las fuentes consultadas, es que pretenda forzar a los grandes bancos españoles a entrar en la operación con el señuelo de que si no lo hacen Bankia se quedará con el Popular y se convertirá en un competidor fenomenal para ellos. La última opción es que, en efecto, Bankia esté en la puja para evitar que quede desierta, lo que implica que, al final, si el gran candidato, el Santander, no da el paso adelante, se tendría que quedar con el Popular, aprovechando su excelente posición de capital y la capacidad de sus gestores.

Ahora bien, al margen de otras consideraciones, si la fusión con BMN generaba muchas sinergias, la compra del Popular daría lugar a importantes duplicidades en las zonas predominantes de Bankia, dado que el Popular tiene 195 oficinas en Madrid (715 Bankia) y 124 en la Comunitat Valenciana, por 396 del banco cofundado por Bancaja.

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