Seguramente porque las familias y las empresas siguen instaladas en un proceso de desapalancamiento de las enormes deudas que contrayeron en los años de la bonanza, lo cierto es que la recuperación económica no viene aparejada de un incremento del crédito. Es más, a cierre de 2017, la Comunitat Valenciana acumulaba nueve años consecutivos de descensos de esa variable financiera. 2008, el año en que la crisis se hizo presente en toda su crudeza, fue el último ejercicio en que el crédito creció, concretamente, un 5,61 %. Desde entonces, cada año ha terminado en negativo, singularmente 2012 y 2013, cuando la caída fue del 12,51 % y del 10,65 %, respectivamente. Claro, fue la etapa del rescate a España. En 2017, el descenso fue del 3,56 %, un punto y medio más que en 2016, según los últimos datos del Instituto Valenciano de Finanzas (IVF). Aun así, el volumen del crédito concedido ascendía a 116.018 millones de euros, el 9,11 % del total nacional.

Los depósitos, por su parte, volvieron el año pasado, por segundo ejercicio consecutivo, a terrenos positivos. Crecieron un 8,07 %, hasta 105.870 millones de euros y se situaron en el 8,76 % de la media española. La trayectoria de bancos y cajas de ahorros, donde el dinero guardado por sus clientes aumentó un 9,68 %, contrasta con la de las cooperativas de crédito, con un relevante peso específico en la autonomía, que registraron un descenso del 2,39 %, cuando un año antes habían experimentado una subida del 1,1 %.

Paralelamente, las entidades financieras consumaron el año pasado el mayor cierre de sucursales en la Comunitat Valenciana desde 2013. El dato es bien significativo. En estos momentos, la red bancaria es prácticamente la mitad de la que había en 2008, coincidiendo con la máxima expansión: ha caído de 5.061 a 2.724. En 2017, un año que incluyó la absorción de BMN por Bankia y la del Popular por el Santander, el número de oficinas en la autonomía se redujo en 208, una cifra superior a las 179 de 2016, las 64 de 2015 y las 156 de 2014, aunque inferior a las 740 de 2013, que fue el año en que se produjo la gran reestructuración de las entidades valencianas que en 2011 y 2012 habían acabado en manos del Sabadell, CaixaBank y Cajamar, es decir, prácticamente todo el sistema. El descenso de 2017 fue de un 7 % respecto a 2016. En Alicante, el número de sucursales ya ha bajado de las mil.