La debacle electoral que ha sufrido el PP de la Comunitat Valenciana dio pie ayer a las primeras críticas internas, aunque todavía sotto voce, que apuntan a la necesidad de un relevo inmediato al frente del partido. El jefe del Consell en funciones, Alberto Fabra, ha quedado seriamente tocado por unos resultados que implican desalojar la Generalitat y cientos de cargos públicos tras dos décadas de poder absoluto. Ante la disyuntiva de una travesía en el desierto que dure cuatro años u otra sine die, algunos dirigentes piensan que la renovación debe ser inmediata y que esta nueva etapa no puede ser liderada por quien ha perdido el Consell.

Fabra, que ayer asistió a la reunión del comité ejecutivo nacional presidido por Rajoy, guarda silencio respecto a sus planes de futuro, pero ayer dio algunas claves acordes con la estrategia del PP a nivel nacional de no mover ficha hasta las generales. Fabra, que no intervino en la reunión en la que algunos dirigentes populares hicieron autocrítica, comentó a su salida que su objetivo es «seguir trabajando». Reconoció el daño que ha sufrido la marca del PP y su credibilidad en las elecciones e identificó algunos fallos, entre ellos la corrupción o la ausencia de recursos económicos.

En su opinión, el partido debe cambiar «algunas cosas» para mejorar la conexión con la sociedad, aunque «no necesariamente tiene que haber cambio de caras». Fabra añadió que tomará decisiones de acuerdo con el partido. Según fuentes próximas al presidente, Fabra descarta de plano un congreso extraordinario y aboga por aplazar los cambios en la dirección del partido hasta después de las elecciones nacionales. El presidente ha convocado hoy una reunión de la junta directiva regional, en la que dará explicaciones sobre los resultados y trasladará el mensaje del presidente del Gobierno, Mariano Rajoy,quien ayer dejó claro que no está por la labor de hacer cambios ni en el Ejecutivo ni en el partido.

Alcaldes críticos

Con el aval de Génova, que no desea conflictos internos a cinco meses de elecciones y el argumento de que la catástrofe electoral es generalizada, Fabra previsiblemente intentará aguantar al frente del PP. Ahora bien, el primer escollo que tendrá que salvar es el de sus propias filas. El PP está noqueado, pero muchos, sobre todo los alcaldes, cabreados. Se sienten víctimas de la marca, pero algunos también cuestionan directamente el liderazgo de Fabra. Las líneas rojas, que para algunos han dado la sensación de corrupción generalizada, renegar de la gestión del pasado y el cierre de RTVV son algunos de los reproches que ayer podía oirse de varios dirigentes locales.

Algunas voces con más peso admitían que la solución pasa por qué Fabra dé un paso atrás (podría irse de senador territorial), lo que permitirá un relevo de personas sin necesidad de un congreso extraordinario. Esa vía, que fue la seguida cuando el PP destituyó a Rus, llevaría a la coordinadora general, Isabel Bonig, a asumir la presidencia, al menos, hasta el congreso regional. Con todo, todas las fuentes consultadas coinciden en que es difícil que alguien pida dimisiones. Los referentes críticos están fuera de juego. La alcaldesa de Valencia, Rita Barberá, aún tiene influencia en Génova, pero está amortizada en el PPCV, mientras que el rusismo está herido de muerte. De hecho, todo el núcleo duro de Rus, excepto el presidente provincial, Vicente Betoret, que tendrá escaño y podría conservar la alcaldía de Villamarxant, se ha quedado fuera de las instituciones y de sus respectivas alcaldías. La crisis se extiende también a Alicante, donde José Císcar peleará por la diputación. El barón también acumula críticos por los resultados. Javier Moliner conservará la diputación de Castelló, pero, al menos de momento, sigue fiel al presidente.