El aspirante socialista a presidente de la Generalitat, Ximo Puig, decidió la noche electoral empezar a actuar y hablar en tono institucional, como si estuviera ya en la Plaça de Manises en vez de en la sede de Blanquerías, convencido de que es la mejor estrategia para regresar como presidente al Palau en el que ya estuvo nueve años de director de gabinete de Lerma. En realidad, el discurso de Puig viene siendo en clave presidencial desde la precampaña. Ayer, en su comparecencia ante los medios Puig avanzó incluso las primeras medidas que adoptará si es investido. «Mi primera llamada como president de la Generalitat será a las víctimas del accidente del metro para pedirles perdón por el abandono al que les ha sometido el Gobierno valenciano», explicó.

La segunda llamada „agregó„ será «al presidente Mariano Rajoy para exigirle una actuación inmediata que ponga fin a la situación de inviabilidad de la Comunitat Valenciana». En este punto advirtió de que solicitará una entrevista urgente con Rajoy para plantearle la exigencia de reformar el sistema de financiación y acabar con la histórica discriminación valenciana. Puig contó que Alberto Fabra le había llamado y que la conversación fue «sincera y amable». «En lo personal, le deseo lo mejor; creo que se ha visto superado por las circunstancias, creo que en algunas cuestiones ha intentado hacer lo mejor para la Comunitat y la decencia política; tiene mi respeto personal y hablaré con él las próximas semanas», avanzó Puig.

El socialista consideró «emblemática» la recuperación de la Diputación de Valencia para la izquierda. El pasado mes de enero, Puig se mostró partidario de «vaciar» de contenido las diputaciones y limitar los sueldos de los diputados y asesores. Para ello habló de recuperar un ley de 1983 que permitiría rebajar políticamente el peso de estas instituciones.

Grisolía toma posición

Ayer, tras el vuelco electoral del domingo, el líder del PSPV insistió en la necesidad de que cada vez tengan «menos papel» pero, en cambio, les encontró un provecho: «Han de ayudar a la Generalitat a coser la Comunitat Valenciana, no pueden ser reinos de taifas y hacer la guerra por su cuenta». Además de este papel vertebrador que les otorga Puig tampoco hay que obviar que son las instituciones con mayor liquidez disponible y cuentan con unos recursos que representan un marco de oportunidades para el clientelismo, una maquinaria para generar adhesiones entre los alcaldes y un pesebre para mantener aparato de las formaciones políticas.

El candidato a la Generalitat admitió errores en la estrategia electoral en la circunscripción de Valencia, donde Compromís es segunda fuerza tras el PP con cuatro puntos más que los socialistas. «Quizás es el fruto de una estrategia acertada y del desacierto de otra», dijo en alusión a Compromís y al PSPV. La candidatura de la ciudad y no haber encabezado él la lista de Valencia son algunos de los errores que advierte. Puig reconoció que los socialistas «tenemos un problema en las grandes ciudades y hemos de cambiar cosas para recuperar la sintonía con los ciudadanos».

Por otro lado, el presidente del Consell Valencià de Cultura (CVC), Santiago Grisolía, se mostró ayer partidario de que Puig sea presidente. «Ojalá; es muy buen amigo de la Fundación y de los Premios Jaume I». «Fabra lo ha hecho regular y el presidente del Gobierno, Mariano Rajoy, mal», concluyó.