¿Cómo se fraguó el retorno de Tarradellas?

Hay que tener en cuenta que hasta la muerte de Franco, en 1975, Josep Tarradellas, que se encontraba en Francia en el exilio, era un desconocido en España y en Cataluña. Fue en 1976 cuando se celebra un encuentro en Saint-Martin-le-Beau, la residencia del president en el exilio, con tres personas, entre ellas el valenciano Manuel Milián Mestre, enviadas por el rey Juan Carlos, para tomar la temperatura de cuáles eran sus pretensiones.

Pero, ¿quién le pone al Rey en antecedentes?

Un hecho determinante para esta gestión discreta fue la intervención de Alfonso Osorio, vicepresidente del Gobierno con Adolfo Suárez, amigo del financiero catalán Manuel Ortínez, quien a su vez era muy amigo de Tarradellas y fue quien tendió los primeros puentes con el vicepresidente.

¿Se plantearon ya condiciones?

Por parte del Gobierno, el reconocimiento de la Monarquía por parte de Tarradellas (había pertenecido a Esquerra Republicana) y por parte del President, la restitución de la Generalitat en su persona.

Antes, el Rey ya había tenido gestos hacia Cataluña.

Sí. En febrero de 1976, cuando en España se gritaba «libertad y amnistía» y en Cataluña «libertad, amnistía y estatuto de autonomía», el Rey realiza un viaje a Barcelona y pronuncia parte de su discurso en catalán y dice que «el apego de los catalanes a la libertad es legendario y a menudo incluso heroico».

Y Suárez, ¿qué papel jugó?

En noviembre de 1976 envía a dos agentes del Cesid a entrevistarse con Tarradellas. Uno de ellos, el que pasa dos días junto a Tarradellas, es el teniente coronel Andrés Casinello, que se llevó una imagen muy grata y positiva y así lo reflejó en el informe que remitió a Suárez y éste guardó en un cajón, pues tenía otras ocupaciones más importantes como la Reforma Política y prepara las elecciones.

¿Cuándo se produce la primera entrevista entre los dos presidentes?

UCD intenta dinamitar la victoria de los socialistas y comunistas en Cataluña en las elecciones generales de 1977. Entonces el periodista catalán y diputado electo por la UCD, Carles Sentís, y el ministro de la Gobernación, Rodolfo Martín Villa, fijan una entrevista con Tarradellas para apaciguar las ansias autonomistas de Cataluña. Para ello organizan un viaje secreto de Tarradellas a Madrid.

¿En los preparativos del viaje se planteó un plan B para traer a Tarradellas de forma clandestina como había ocurrido con Santiago Carrillo?

La verdad es que la organización del viaje fue difícil, teniendo en cuenta que Tarradellas no tenía pasaporte y de que el viaje debía ser casi secreto, pero lo de la operación clandestina, planteada por un grupo de socialistas catalanes, yo creo que fue más una conversación de café.

Al final se celebró la reunión con Suárez.

Y fue fatal y no hubo ninguna clase de química entre ambos personajes. Tuvo que intervenir el Rey para desencallar la situación. Al final se firmaron los acuerdos Tarradellas-Martín Villa para el restablecimiento de la Generalitat y el nombramiento de Tarradellas. Después el president mantuvo una buena relación con Suárez.

Y llegó el esperado retorno.

El 20 de octubre de 1977 regresa a España tras casi 40 años de exilio y el 23 de octubre fue recibido en Barcelona por una gran multitud.

¿Qué impresión le produjo?

Valoró positivamente la vitalidad de su gente y el nivel de vida alcanzado con el desarrollismo. Un testigo me dice que al día siguiente de su regreso expresó con admiración: ¡qué Cataluña nos ha dejado Franco!

Dicen que había previsto que pasaría algo, como así ocurrió el 23-F.

Bueno, en un discurso en Morella el 14 de junio de 1979 dijo que España necesitaba «un golpe de timón». En 1980 insistió en usar esta expresión y la de un «golpe de bisturí» que algunos interpretaban como la necesidad de cortar las intentonas golpistas. A finales de enero de 1981 se encontraba en Madrid cuando dimitió Suárez como presidente del Gobierno y regresó a Barcelona «asustado» por el ambiente muy crispado y enrarecido que percibió en Madrid, pero no estaba al tanto del golpe.

Era una persona muy preocupada por la conciliación.

Sí. De hecho, y esto no está en el libro, después de ese viaje a Madrid y de la dimisión de Suárez hubo tres personas, dos de ellas muy conocidas, que le sondean la eventualidad de que le propongan presidente del Gobierno de España al frente de un Gobierno de concentración por su capacidad para mediar entre distintos sectores, a lo que Tarradellas dijo rotundamente que no.

«17 autonomías, 17 parlamentos. Esto es jauja. No puede funcionar bien»

Las palabras que el Molt Honorable Tarradellas pronunció en 1981: «17 autonomías, 17 parlamentos, 17 policías. Esto es jauja. Esto no puede funcionar bien» están de plena actualidad en el debate político sobre el Estado de las Autonomías.

Sin embargo, hay quien atribuye a Tarradellas el haber contribuido al «café para todos».

Eso fue el trágala. Él reclamaba cierta exclusividad, pero Suárez le endosó a cambio del restablecimiento de la Generalitat que aceptara que hubiera más autonomías que la catalana, la vasca y la gallega.

¿Cómo acogieron los partidos catalanes el regreso del president de la Generalitat?

Formalmente había unanimidad y satisfacción. Otra cosa es que en su fuero interno considerasen a Tarradellas un estorbo. De hecho Jordi Pujol le sugiere en el 79 que si quiere presentarse a las elecciones, tanto él (CDC), como Joan Reventós (PSC) le cederían ser cabeza de lista para propiciar su elección como presidente de unidad. Tarradellas dijo que no. Mas tarde Pujol contó que cuando se lo dijo a Reventós notó en su cara cierto alivio.

No parece que se llevara muy bien con Pujol.

No había sintonía, pero sí reconocimiento mutuo.

No participó en la elaboración del Estatuto.

Tampoco le invitaron. Se encuentra con un Estatuto en el que él no tuvo la más mínima participación.

¿Por qué se llevaba mal con los vascos?

Porque le preocupaba el terrorismo porque distorsionaba la convivencia en España. Además el talante y forma de actuar de los vascos no era de su agrado. Llegó a decir que «Euskadi es el cáncer de España y que los vascos no se merecen la autonomía» mientras exista el terrorismo.

Y ¿su relación con los lehendakaris?

Se aprecian sus filias y fobias. Estableció muy buena relación con José Antonio Aguirre, el lehendakari que no llegó a ser investido, y no tan excelente con Manuel de Irujo, ministro de Justicia de la República. Ninguneó a Jesús María de Leizaola y no se llevó nada bien ni con Carlos Garaicoetxea ni con Xabier Arzallus.