La movilidad se complica ostensiblemente en la ciudad durante las fallas, donde el competidor del peatón por el espacio público deja de ser el coche „vetado en el centro estos días„ y pasan a ser los cada vez más numerosos y variados elementos que se incorporan al atrezzo fallero. Y es que además de las fallas „350 monumentos aproximadamente „ que se plantan en toda la ciudad, hay que contar con las carpas de las comisiones falleras „casi 200„ que se traducen en cortes de calles y que convierten barrios como Russafa en ratoneras

Al espacio que ocupan los protagonistas de la fiesta, se suman otras ocupaciones como los puestos buñuelos y las churrerías para las que este año se han dado en Valencia 159 licencias. La venta de buñuelos y chocolate es uno de los grandes negocios de la fiesta y algunos vendedores no dudan en pagar hasta 6.000 euros por la licencia de una semana en las zonas más cotizadas del centro, como el entorno de la plaza del Ayuntamiento. Sin embargo, en las calles más céntricas ya no huele tanto a buñuelos y chocolote como a fritanga y asados de todo tipo de derivados del cerdo que se cocinan en plena calle en los puestos de comida ambulante del medio centenar de mercadillos extraordinarios autorizados este año en la ciudad. La Concejalía de Sanidad ha intensificado este año los controles sobre estos puestos de venta de comida para garantizar que cumplen las medidas de higiene.

El peatón encontrará a su paso además numerosos váteres portátiles, en concreto 216, a los que este año se han sumado 25 para personas de movilidad reducida.

Patrimonio de la Humanidad

Otro de los chirimbolos añadidos estas fallas son los grandes soportes publicitarios autorizados por el Ayuntamiento de Valencia en las calles del centro y el jardín del Turia para promocionar la declaración de las fallas como Patrimonio de la Humanidad. Se han instalado 20 de estos soportes que incluyen en una cara promoción y en otra anuncios y que se suman a los 80 soportes tipo «mupi» que ya existen en la ciudad.