Tras su castillo de anteanoche, el segundo de estas Fallas, María José Lora Zamorano disparó la mascletá de ayer. En sus fuegos nocturnos hizo alarde de ciertos fabricados propios, que recordaron los de su tío, el desaparecido Miguel Zamorano Caballer (A. Caballer), como, sin ir más lejos, las precisas cantarellas del final. Ayer tarde, en su fuego diurno, especialidad de Valencia, comenzó con el toque antiguo (y bonito), de una traca valenciana, dispuesta en ´L´. Siguió con tres ´paradas´ aéreas. Destacó, especialmente, el triple goteo de truenos de la primera de ellas. Luego, con truenos digitalizados en el suelo, hizo trabajadas rodadas, seguimientos simétricos opuestos y paralelos. Realizó un marcaje largo con chicharras por toda la plaza para cerrar y pasar a tierra, dando sensación de limpieza. Las cinco partes de su cuerpo de mascletá las acompañó por el suelo con descargas rojas y, en el aire, con acompasados y rítmicos goteos de pitos y truenillos. El disparo principal, abajo, fue especialmente fuerte, potente y engordó bien, y el acompañamiento se mantenía en un acertado segundo plano, contando con truenillos verdes y rojos. El terremoto entró de forma natural (Norte-Sur) aunque fue encendido a mano (sin ir conectado físicamente al cuerpo de la mascletá con estopín). En su entrada se hizo bastante evidente el cambio de velocidad. Aunque iba espoletado como entró con seis ramales, quizá por ello se evidenció tanto su llegada y esta aceleración. Siguió con diez, trece y veintidós ramales, las dos últimas de ellas con otras dos más de descargas. El final aéreo comenzó, quizá, algo tarde y fue realizado sin ninguna prisa, alargándose en varios golpes repetidos, con chicharras y truenos por toda la plaza, y con un último golpe separado y esponjoso.