Constituirse como nueva comisión de falla puede ser muy fácil o extremadamente difícil en función del lugar donde se pretende hacerlo. Un premio a la constancia se lo llevó en su momento Pedro Cabanes-Juan XXIII, que fue asociación cultural bastantes años antes de conseguir ser comisión de falla. Ahora, el premio a la constancia se lo lleva el grupo llamado Nou Patraix, que tiene previsto presentar su solicitud esta semana y será el cuarto intento en cinco años.

El pasado domingo celebraron una fiesta de «apuntà». Aunque esto pueda chocar (buscar falleros de una falla que no existe), es lícito por el hecho de que el convocante es una asociación cultural y, como tal, tiene autonomía para poder organizar el tipo de fiestas que desee. A lo que no se tiene derecho es a las actividades propias de una comisión de falla si no se tiene autorización municipal: ocupación de la vía pública y, por consiguiente, plantar falla, disparar fuegos, etcétera.

La particularidad en esta ocasión estriba en que el grupo humano que persigue esa autorización se ha asentado en una zona donde, en teoría, tiene más posibilidades: el casal donde convocaron la fiesta está en la calle Montesa. Eso significa estar en la zona correspondiente a la antigua comisión de Juan de Garay-Doctor Marañón, una de las pocas que no pudo superar los rigores de la crisis y que acabó disolviéndose. En las fallas de 2016 acabó el plazo para poder reorganizarse y, por consiguiente, la demarcación queda ahora «virgen». Salvo, en todo caso, que otra comisión colindante (la más cercana es Fray J. Rodríguez-Pintor Cortina) reclamara una ampliación de demarcación.

Independientemente de este nuevo intento, que ahora parece más consistente, el colectivo tiene presentado un contencioso judicial por la negativa en anteriores ocasiones, cuando el proyecto se pretendía realizar en una zona de solares poco urbanizada, al que se opusieron las comisiones vecinas, y que obtuvieron el respaldo de la Junta Central Fallera.