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Quaderns de patrimoni

Una calle histórica del siglo XVI (II)

En esta segunda entrega, repasamos la importancia de la calle Santa Anna de Torrent, ya existente en el siglo XVI, que ha sido progresivamente transformada de forma impropia en el último medio siglo, viéndose afectados de forma importante sus valores culturales.

La calle Santa Anna en la actualidad. vista tomada próxima a su encuentro con la calle Sant Cristòfol, con dos edificios reformados en el siglo XIX en primer término, uno a cada lado. TOMÁS ROSELLÓ

Continuamos el recorrido por la calle Santa Anna de Torrent con su patrimonio arquitectónico, una vía ya existente en el siglo XVI que podría ser anterior por encontrarse fuera del recinto amurallado. Está conformada en su mayoría por casas de planta baja y una altura, cubiertas a una o dos vertientes con teja curva, con patio interior y otras construcciones auxiliares originariamente de uso agrario, entorno al mismo. Estas históricas residencias se pueden clasificar como de «patí sencer» „el ancho de fachada comprende la puerta central y una ventana a cada lado„ o de «mig patí» „además de la puerta principal, solo tiene una ventana en un lado„.

Su imagen de fachada actual, al margen de actuaciones impropias más recientes, se corresponde con probables reformas sobre edificaciones existentes de época anterior llevadas a cabo entre mediados del siglo XIX y del XX. En ellas se observa desde la imagen propia de la arquitectura tradicional influida por el clasicismo, con tendencia a la simetría en la ordenación de sus huecos, pasando por la incorporación de elementos del eclecticismo y el tardoeclecticismo, yendo de una composición más sencilla a una mayor profusión decorativa.

Sin embargo, a partir de los años 60 del siglo pasado se inicio la construcción de edificios de nueva planta de diversas alturas, en sustitución de sus históricas casas, con acabados de fachada de ladrillo caravista, azulejos modernos, morteros monocapa y un esquema de huecos difícilmente adaptables a su entorno, lo que llevó a su progresiva despersonalización. Esto se vio agravado a finales del siglo pasado, ya que el catálogo del Plan General de Ordenación Urbana (PGOU) de 1990 solo consideró la protección de las fachadas de uno de sus edificios, por lo que con el paso del tiempo algunas construcciones se convirtieron en solares o fueron sustituidas por otras modernas. Ello ha provocado que solo pervivan la mitad de los inmuebles históricos con los que contaba a mediados del siglo XX. Una de las pérdidas más destacadas fue el derribo en 2012 de uno de los pocos edificios de planta baja y dos alturas de la segunda mitad del XIX que se mantenían en Torrent, cuyos sotabalcones estaban decorados con cerámica arquitectónica de la época. Su parcela pasó a ser un solar, como sucedió en otros dos casos, lo que ha afectado negativamente a los valores culturales de la calle. Ese año desapareció también una casa con jambas de la puerta principal revestidas con sendos paneles cerámicos con aves de vivos colores sobre una rama de la que surgían flores y hojas.

En lo referente al estado de conservación de sus casas históricas, algunas se encuentran deterioradas y en situación de abandono y otras tantas han sido reformadas de manera impropia desde las últimas décadas del siglo XX. Estas actuaciones han supuesto la modificación de la dimensión y ubicación de sus puertas y ventanas, la eliminación de sus balcones, la sustitución de sus carpinterías originales de madera por otras metálicas y la instalación de persianas. Así como también el revestimiento de sus paramentos de fachada con piedra natural o artificial, ladrillo visto „un material impropio de los edificios con valor patrimonial del centro histórico de Torrent„, morteros con cemento Pórtland como el monocapa o azulejos de fabricación moderna, que no permiten la transpiración natural de los muros para la eliminación de las humedades. Acabados que han comprometido la autenticidad de estos edificios, a lo que se suma la presencia del cableado por sus paramentos.

Sus edificios más emblemáticos

El Plan Especial de Protección y de Reforma Interior (Pepri) del centro histórico de Torrent, aprobado provisionalmente en septiembre de 2013, se presentaba como una oportunidad para la catalogación de las casas históricas de esta calle que aún se conservaban. Sin embargo recogía únicamente seis de sus construcciones, de manera que quedaron sin incluir el resto.

Uno de estos seis edificios es el del número 3, de arquitectura tradicional de la segunda mitad del siglo XIX, en la que destacan las carpinterías de madera de sus puertas en planta baja y la cerrajería de su balcón decorado en su parte inferior por azulejos de la época. La presencia de la «escaleta» marca como la andana fue perdiendo su carácter original agrícola de almacenaje de herramientas y cosechas para convertirse en otra vivienda. El siguiente es el del número 10, en el que resalta su fachada principal de estilo ecléctico realizada en torno a la segunda década del siglo XX, decorada con motivos florales y vegetales sobretodo en su antepecho de coronación, que acompañan sus interesantes cerrajerías de sus balcones y ventanas. Aquí residió el chocolatero Salvador Ros Baixauli con su familia entre los años 50 y 70. A continuación, el del número 15, con una interesante fachada en la que llama la atención sus azulejos, principalmente los de su sotabalcón que datan de hacia 1857 según la obra de Pérez Guillén «Cerámica Arquitectónica, azulejos valencianos de serie: el siglo XIX» (2000).

Acto seguido, en el número 26 vemos una fachada de arquitectura tradicional probablemente de mediados del siglo XIX con «escaleta», en estado de deterioro, en la que destaca la cerrajería del balcón y las ventanas de su planta primera. Se caracteriza por los paneles cerámicos gemelos, a los que les faltan piezas, que revisten las jambas de su acceso principal probablemente de entre los años 20-30 del pasado siglo. Están formados por la disposición en dos columnas de una cenefa con motivos curvilíneos y florales que combinan el color amarillo y el azul en distintas tonalidades. La siguiente casa es la del número 31, que formaba un conjunto probablemente simétrico con su colindante, que fue derribada hacia 1980 y sustituida por un edificio de viviendas para cuya operación se corto el balcón corrido que compartían. Actualmente conforma un edificio también con «escaleta», realizado en torno a 1900 por sus elementos eclecticistas, como deja constancia la cenefa de azulejos bajo el alero y la cerrajería de la planta alta.

Por último encontramos la casa del número 33 que se puede datar en los años 30, dentro del tardoeclecticismo, que resalta por su unidad estilística y que presenta un característico balcón corrido con una cerrajería sobre la que se disponen las iniciales «F» y «B». La construcción llama la atención por su cenefa de azulejos bajo el alero y los paneles cerámicos de sus jambas, en cuyo último caso se repite un ave exótica sobre una planta con flores que surge de un jarrón.

Sus valores más destacados

A pesar de que el Pepri de 2013 solo incluía seis casas de casi la veintena que se conservan, su catálogo si que incluyó la protección como Bien de Relevancia Local (BRL) de sus tres retablos devocionales y de su adoquinado de rodeno.

En el primer caso hay que recordar que la calle Santa Anna ha sido estudiada junto con el resto de la población, por el doctor en Historia del Arte experto en cerámica valenciana Inocencio V. Pérez Guillén, desde el punto de vista de sus retablos cerámicos devocionales por ser «un referente excepcional». En palabras suyas, estos paneles «fueron erigidos colectivamente por los vecinos que santificaron y festejaron así el nombre de su calle. En otros casos por píos particulares que decidieron hacer pública su fe, su agradecimiento o sus deseos de protección» y «muchas veces fueron religiosos los donantes».

Por ello, en esta vía se encuentran los retablos cerámicos dedicados a Santa Ana y la Sagrada familia, en el número 13, datado entre 1780 y 1785; a la Purísima Concepción entre San Francisco de Asís y San Pascual Bailón de 1854 en el reedificado número 7, acompañada de la inscripción «Tota pulcra es Maria et macula originalis non est in te», instalado «en memoria de la declaración del dogma de la Inmaculada» ese mismo año por donación del «padre fray Mariano Silla Ortí, de la Orden Alcantarina, natural de esta villa»; y a la Virgen de los Desamparados de 1905, en el número 23, «colocado€ por José M. Úbeda» destacado organista del Patriarca que adquirió el retablo «en el almacén de don Manuel Salem de Valencia». También existieron dos paneles del Sagrado Corazón de Jesús, desaparecidos con el derribo del edificio que los albergaba. Uno de ellos se ubicaba en el número 11, de en torno a 1870-1880 y el otro fue donado «el año 1904 por el presbítero don José Pastor de Valencia».

Así se recoge en la ponencia de este autor del «III Congrés d´història de l´Horta Sud» celebrado en Torrent en 1998 y en la «Guía histórica€» de Silvino Beneyto y Tasso de 1912, publicadas en los números 14 (2003) y 9 (1996) de «Torrens», respectivamente. Pérez Guillén también mostró interés entonces por los sotabalcones de azulejos de esta calle, fotografías de algunos de los cuales incluyó en una conferencia impartida en la Universitat Politècnica de València en el año 2003. Estas composiciones cerámicas que han ido desapareciendo hasta reducirse a unas pocas muestras visibles de la segunda mitad del siglo XIX „las existentes en los edificios con los números 3 y 15, incluidos en el catálogo del Pepri de 2013„.

En el segundo caso, el de su adoquinado de rodeno protegido, sufrió durante la pasada década la apertura de diversas zanjas y la inserción de tapas metálicas de registro para dotar a las viviendas de nuevas instalaciones, lo que dejó a los adoquines repuestos de forma irregular menoscabando sus valores. El adoquinado iba a ser objeto de una reforma que se iba a iniciar esta semana en las calles Santa Anna y las adyacentes Sant Antoni de Pàdua y Mare de Déu del Rosari, que quedó paralizada el lunes. La obra, en principio, preveía la sustitución de su adoquinado original por elementos prefabricados de hormigón y por asfalto, solución que además de una pérdida patrimonial, agravaría el problema de humedades de sus casas históricas por su carácter antitranspirante.

Otro de los valores que conserva intactos esta vía es la irregular trama urbana que la define y la distingue, sobre todo en su encuentro con la calle Sant Cristòfol, como es característico en un centro histórico. Por ello resulta fundamental su preservación ya que acometer la regularización de sus alineaciones, supondría la utilización de unos criterios decimonónicos obsoletos ya que su trama ha permanecido probablemente inalterada desde hace siglos, por lo que constituye una huella histórica de gran valor.

En definitiva esperemos que las reformas previstas en Santa Anna y sus adyacentes y la normativa urbanística que le afecta, reconozcan, respeten y recuperen sus valores culturales, su integridad y su imagen. Para ello es primordial que se preserven y restauren su adoquinado y sus bordillos de rodeno, que las reedificaciones de sus construcciones no históricas y de sus solares se adapten al ambiente de sus bienes catalogados y que se protejan todas sus casas históricas que que se conservan como conjunto, con su inclusión en el catálogo del Pepri. También sería necesario llevar a cabo un plan que fomentase la reversión de las reformas impropias en las fachadas de éstas últimas edificaciones, así como la restauración y consolidación de las que se encuentran en estado de deterioro. Todo ello para que la calle Santa Anna, con más de cuatro siglos de antigüedad, no solo no pierda su autenticidad sino que recupere su dignidad pérdida.

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