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Benedicto XVI se despidió ayer de Chipre con un llamamiento a la comunidad internacional para que intervenga de "manera urgente y concertada" para resolver la situación en Oriente Próximo, especialmente en Tierra Santa, antes de que los conflictos lleven a "un mayor derramamiento de sangre".

El Papa hizo este llamamiento durante la misa que celebró ante unas seis mil personas en Nicosia, durante la cual entregó a los prelados de Oriente Próximo el "Instrumentum Laboris" (documento de preparación) del Sínodo de Obispos para esa zona del mundo, que se celebrará del 10 al 24 de octubre en el Vaticano.

En el documento, el Vaticano considera que "la ocupación israelí" de los Territorios Palestinos es "una injusticia política impuesta a los palestinos", que las relaciones judío-cristianas se resienten por ese conflicto y que las relaciones con el Islam son difíciles debido a que los musulmanes no distinguen entre religión y política.

Asimismo, denunció que el "egoísmo" de las grandes potencias, unido a la persistencia del conflicto y a que no se respetan el derecho internacional y los derechos humanos, ha desestabilizado el equilibrio en Oriente Próximo e impuesto a la población una violencia que corre el riesgo de llevarla a la desesperación y que la consecuencia es la emigración de los cristianos.

De los conflictos señala que la ocupación israelí de los Territorios Palestinos "hace difícil" la vida diaria para la libertad de movimientos, la economía y la vida religiosa. "A ello se une que algunos grupos integristas cristianos justifican la injusticia política impuesta a los palestinos, lo que hace aún más delicada la posición de los cristianos árabes".

Respecto a las relaciones de los cristianos con los judíos, señala que se resienten por el conflicto israelí-palestino y recuerda que el Papa ya expresó en Belén en 2009 el "derecho del pueblo palestino a una patria soberana en la tierra de sus antepasados, segura, en paz con sus vecinos y reconocida internacionalmente".