«Mi casa es mi castillo». Manel Mir Cruanyes, de 80 años, cumplió ayer el segundo día atrincherado en la finca fantasma de la que es el único vecino. Se comunica con el mundo a través del balcón.

La mañana fue difícil. Acudieron los operarios enviados por la inmobiliaria para instalar una alarma y cámaras de videovigilancia en este edificio de 6 pisos en el que Manel vive desde que el juez, en 2009, le autorizara a tomar posesión de su piso. El anciano se negó a abrir la puerta de la finca.

Los operarios regresaron luego acompañados de la Guardia Civil. Manel tampoco abrió. «En la calle me podrían detener por desacato, pero de mi casa no me mueven.Que echen, si quieren, la puerta abajo», espetó.

El anciano está decidido a mantener su encierro hasta que la inmobiliaria le abone los 1.700 euros de la acometida de la finca que él ha pagado para tener luz en su casa.