Las nieves perpetuas son aquellas que no se derriben nunca. Una nevada perpetua también perdura para siempre. Al menos, en la retina. La que cayó en Dénia en febrero de 1907 es la primera que quedó inmortalizada. El fotógrafo José Marsal Caballero disfrutó de lo lindo. Sus fotografías dieron para una serie postal. Un año antes, había fundado en Dénia la empresa Marsal y Cª., pionera en el incipiente negocio de la imagen. Antes la ciudad ya vivió, claro está, otras nevadas (algunas catastróficas), pero la primera de la que hay testimonio gráfico, gracias a este magnífico fotógrafo, es la de hace 110 años.

El Museo Etnológico de Dénia ha sacado ahora de su baúl gráfico las imágenes de aquel nevazo que, como el del pasado miércoles, transformó el paisaje de la Marina Alta. El museo posee 6 postales de la colección de 15 de Marsal. En una de ellas, se ve el castillo blanqueado. El director del museo, Josep A. Gisbert, destaca la imagen de la fortaleza «sin interferencias». Las murallas se mantenían perfectamente conservadas.

Otra de las postales es del Montgó. En su ladera agrícola hay bancales y alguna casita. Hoy está repleta de chalés y urbanizaciones. En 1907, ni siquiera existía el Camí de la Colònia.

Las postales de Marsal de la nevada son un tesoro. En páginas de internet de coleccionistas, hay algunas a la venta. La primera de la serie está tomada desde el castillo. La nieve cubre los tejados y un puerto con decenas de llaüts fondeados.

De la nevada de hace un siglo y una década, quedan, por tanto, contadas imágenes. De la de esta semana, se han tomado millones de fotos. Los vecinos se lanzaron a la calle con cámaras, móviles e incluso drones. Ningún rincón de la Marina Alta quedó sin fotografiar. Hubo valientes que se subieron a un Montgó a reventar de nieve para tomarse un selfie.

Gisbert incide en que, en 1908, un año después de la gran nevada, el médico Augusto Gómez Porta fundó en Dénia la Sociedad del Clima. El galeno, que también fue alcalde, quería difundir en Europa las excelencias climáticas de la comarca y convertir Dénia en «estación invernal». Defendía que la ciudad, por las suaves temperaturas de su otoño e invierno, podía competir con Cannes, Niza o San Remo en atraer a la burguesía europea. Como médico, aseguraba que Dénia era «una mina de salud sin explotar». Hay días, como los de las históricas nevadas, que incluso el «paraíso de invernada» del que hablaba Gómez Porta se congelan. Con todo, este médico fue un visionario. Los miles de jubilados europeos que se han venido a vivir a la comarca por su benigno clima y el sol le dan la razón.