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OPINIÓN

La aconfesionalidad del Estado en Benavites

Estamos en un Estado aconfesional donde la Iglesia y el Estado son independientes». Con este argumento, recogido en el artículo 16-3 de nuestra Constitución, se defendía el párroco de Benavites, Francisco Llorens, ante el acuerdo unánime del Pleno Municipal de pedir al obispo de la diócesis lo trasladara a otro municipio. El Ayuntamiento, mientras tanto, rompía las relaciones con la parroquia por "las actitudes hostiles del cura que alteran el día a día del pueblo y el bienestar de los vecinos».

El origen de este conflicto es la ejecución de unas obras subvencionadas a la parroquia por la Diputación para la renovación de la instalación eléctrica de la iglesia. El párroco denuncia que las obras han sido una chapuza, que se subvencionaron por mucho más dinero de los que se invirtieron en ella, y se pregunta si el dinero que falta estará en Panamá. Más tarde se queja el señor párroco de que las campanas no funcionan por lo mal que estaba la instalación y que ha tenido que gastarse «más de 200 euros para hacer una toma de tierra».

Por su parte el Ayuntamiento dice que la obra se solicitó por la parroquia, quien también la adjudico al contratista y realizó los pagos por lo que el Ayuntamiento no participó para nada en la obra.

Dejando aparte el tema en sus aspectos técnico y jurídico, no sin antes lamentar el dispendio tan enorme que tuvo que hacer el párroco de sus fondos (más de 200 euros) en una obra que se subvencionó en 20.000 euros, nos interesa destacar el concepto que tiene el párroco de la aconfesionalidad del Estado.

No nos parece que sea muy aconfesional mantener una estrecha y continua relación entre la iglesia y el ayuntamiento solicitando ayudas económicas para realizar obras o actividades como procesiones y otras fiestas religiosas. Por parte del ayuntamiento tampoco nos parece que se cumpla la Constitución participando, y menos aun presidiendo, los actos religiosos del pueblo. La separación entre estas dos instituciones será más beneficiosa para todos sí, dentro del máximo respeto, cada una se ocupa de sus responsabilidades sin inmiscuirse en las del otro. Lamentablemente nos tememos que estas malas relaciones no servirán de lección pues el alcalde ya ha manifestado que: «resuelto el problema continuará la colaboración con la parroquia como antes». Y ello pese a que según informaba el propio alcalde ya le advirtió al cura, al inicio de su mandato, que «él no haría homilías, pero el cura no haría plenos». O sea que cada uno por su parte. Como debe ser.

Puede parecer difícil conseguir esa separación entre la actividad de estas instituciones por la costumbre arraigada de otros tiempos, pero les puedo afirmar que si se mantiene el respeto y la educación, y se pierde el miedo al qué dirán, i lo que es peor al qué votaran, todo será más fácil y beneficioso para todos.

Tuve el honor de ser durante cuatro años presidente de la Diputación de Valencia y seis como alcalde de Sagunto y nunca tuve el menor problema por no asistir a los actos religiosos pese a la protocolaria invitación del arzobispado y la iglesia. Nunca nos faltamos el respeto en ningún sentido, y tuvimos escasa comunicación. Cada uno a lo suyo. La presencia de concejales y alcalde o presidente de la diputación y diputados en procesiones, misas y similares fue nula con la comprensión y respeto de los miembros de la iglesia.

La solución a estos conflictos por mezclarse competencias es fácil de evitar si tenemos siempre presente nuestra Constitución y la frase evangélica "a Dios lo que es de Dios y al Cesar lo que es del Cesar". ¡Ojalá el concepto de aconfesionalidad se implante en Benavites ¡ y el respeto y la convivencia vuelvan a tan maravilloso pueblo.

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