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Reportaje

Los 'tovarishchi' del Port de Sagunt

Tres pilotos de combate de esta localidad participaron en la II Guerra Mundial junto a la URSS

Los 'tovarishchi' del Port de Sagunt

Este mes se conmemoraba el 75 aniversario de la victoria soviética sobre los alemanes en la batalla de Stalingrado. Hablar del frente ruso en la Segunda Guerra Mundial parece muy lejano en el tiempo y el espacio del Sagunt de hoy. Sin embargo, para algunos saguntinos aquellos episodios cargados de épica y horror fueron una realidad no solo cercana sino que vivieron en sus propias carnes.

Así fue especialmente para un grupo de aviadores republicanos del Port de Sagunt que poco podían imaginar cuando emprendieron el exilio al final de la guerra civil, que en otros cielos lejanos les aguardaban nuevas batallas. Esta vez en la Unión Soviética. Aquellos aviadores fueron Vicente Beltrán, Francisco Paredes y Pedro Muñoz, cuyas biografías ha rescatado el investigador Buenaventura Navarro en su Historia de Puerto Sagunto.

En realidad el suelo de la URSS no era nuevo para ellos. En 1937, en plena guerra civil, fueron enviados a Kirovabad, en el estado soviético de Georgia, para ser capacitados como aviadores militares para una fuerza aérea republicana necesitada de pilotos de combate.

Los tres porteños coincidieron en aquellos entrenamientos. Y los tres conocerían pronto los sinsabores de la guerra. Especialmente Vicente, casado con una hermana del famoso músico saguntino Joaquín Rodrigo. Durante una de sus misiones en la batalla del Ebro su avión fue derribado y él acabó con graves quemaduras.

Vicente pasará a Francia al finalizar la guerra y desde allí, en mayo de 1939, consigue viajar a la URSS. En Moscú terminará de recuperarse de aquellas heridas. Pero el reposo durará poco. En noviembre de 1941 participará activamente en la defensa de la ciudad frente al avance alemán. Meses más tarde será destinado a los más variados frentes. En realidad a los mandos de aparatos como el MIG-3, Vicente sobrevoló, al igual que su compañero Francisco, buena parte de los frentes rusos y europeos: Tula, la batalla de Kursk, Ucrania, Polonia, Checoslovaquia, Alemania. El fin de la guerra le sorprendería en el destino más anhelado para un aviador luchando contra el nazismo: Berlín.

Los avatares de Pedro Muñoz también le condujeron a Francia al finalizar la guerra española. Pero la acogida en el campo de concentración de Argelès sur Mer sería desalentadora. Así que este joven socialista, cuyo padre había participado en la construcción de los Altos Hornos de Sagunt, decidió embarcarse con destino a la URSS. Allí coincidió con sus camaradas porteños de armas, aunque sus vidas se separarían en el inmenso país de los soviets.

Pedro pasó a trabajar en una fábrica de maquinaria agrícola, pero la invasión de los alemanes hizo que fuera evacuado a Osetia del Norte donde se empleó como electricista en una mina. Pero la guerra había vuelto a cruzarse en su vida e iba de nuevo a determinarla.

Sin embargo, Pedro Muñoz no volvería a ponerse a los mandos de un avión de combate. En esta ocasión se incorporaba voluntario en un cuerpo especial de guerrilleros, participando en arriesgadas misiones en la retaguardia de los alemanes.

Tras la victoria sobre los nazis aquellos porteños fueron poco a poco volviendo a la vida civil. Vicente Beltrán, tras permanecer un tiempo en Alemania como miembro de las fuerzas de ocupación, abandonó la aviación con varias condecoraciones de la URSS y el grado de teniente superior con el cargo de jefe de escuadrilla.

Inicialmente fijaría su residencia en la localidad ucraniana de Krasnograd, donde se casó y tuvo dos hijas. Pero en 1957 decidió regresar con su familia soviética a España. El mismo camino seguió Francisco Paredes. Ambos volvieron al Port de Sagunt, donde conseguieron ser readmitidos en los Altos Hornos.

Pedro Muñoz, por el contrario, optó por permanecer en la URSS. Allí conocería a Ana, una «niña de la guerra» de origen asturiano. Juntosvivieron durante unos 13 años en la localidad de Jinki, donde Pedro consiguió un trabajo en una fábrica de automóviles. Sin embargo, en 1962 su geografía vital cambiaría por completo: acogiéndose al acuerdo de amistad cubano-soviético se trasladó a vivir a La Habana. Se había jurado que no volvería a España mientras viviera Franco. Y lo cumplió. En 1978 regresaba a su país.

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