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El 'socio' judío del rey en Sagunt

Fernando el Católico medió ante la Inquisición para proteger a su amigo Salomó Saporta, con quien tenía negocios

El 'socio' judío del rey en Sagunt

Morvedre, nombre como se conocía la actual ciudad de Sagunt, era desde el siglo XIV uno de los focos más importantes de la comunidad hebrea del norte valenciano. Se estima que hacia finales de aquel siglo un tercio de su población era judio. Sería en este contexto en el que nacería Salomó Saporta, uno de los miembros más destacados de la comunidad.

Su padre era un afamado médico que, según investigaciones del estudioso Manuel Civera, pudo llegar a tratar en su infancia al futuro Fernando el Católico. Y lo cierto es que este rey desempeñaría un papel clave en la vida de Saporta. Y en el de sus negocios. Porque muy pronto su familia se convertiría en una de las más ricas como prestamistas y comerciantes con presencia en Andalucía, Murcia, Aragón o Cerdeña.

Un primer contacto mercantil entre el monarca y el saguntino es de 1480 cuando el rey le compra tejidos de lujo venecianos. Y por esa misma época el rey mediará para que fuera el «ganador» en la puja para gestionar el cobro de impuestos. Tenía un buen motivo para hacerlo: Saporta se había comprometido a pagarle una gran suma de dinero anualmente.

Pero el éxito del saguntino chocará pronto con un obstáculo: la Santa Inquisición, que por entonces velaba por la ortodoxia religiosa y la vigilancia de una comunidad hebrea. En 1482 Saporta sería denunciado a la Inquisición por seguir practicando rituales judíos en su casa. Suficiente para la maquinaria inquisitorial.

Sin embargo, la suerte de Saporta sería diferente a la de la mayoría de judios que sufrieron persecución. Para el historiador José Bordes, quien ha estudiado todo el proceso al que fue sometido el saguntino, la explicación es evidente: la protección de Fernando el Católico. En enero de 1487, el saguntino era encarcelado, sus bienes incautados y pronto comenzó a sufrir torturas para que confesara y delatara a otros judios. Pero muy pronto el rey intercederá por él, como demuestran varias cartas que se han conservado en las que, entre otras cuestiones, exigía que se le permitiese contar con un abogado.

Finalmente, en 1488, sería condenado a dos años de destierro. Pero su suerte sería mucho menos dura que la de otros judíos que se vieron obligados a la conversión forzosa o al exilio. Y es que el judio no solo conservó sus negocios, sino que también retendría el cobro de impuestos en Sagunt. Más aún, en 1490 amplió esta actividad a Requena y el Reino de Murcia.

Sin duda, la sombra protectora del rey no fue ajena a la suerte de Salomó Saporta, demostrando así que en la amistad no importan los credos. Y en los negocios, tampoco.

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