Los Juegos de Múnich en 1972 pasaron a la historia por la matanza de atletas israelíes por «Septiembre negro» más que por los resultados deportivos. Veinte años después en Londres se ha conmemorado aquella jornada nefasta. Las autoridades políticas israelíes pretendían que hubiera un minuto de silencio durante la ceremonia inaugural. Los organizadores de los Juegos renunciaron a ello y dedicaron un menaje menos espectacular.

Hubo muertos en la delegación israelí y posteriormente, en el aeropuerto de Múnich cuando los terroristas pretendieron escapar. Entraron en la villa olímpica de noche, con chándales de deportistas y los vigilantes entendieron que eran atletas que se habían ido de farra.

El tiroteo lo vivió muy de cerca Sabino Barinaga que entrenaba a la selección de Marruecos y tenía la delegación enfrente. A las dos de la madrugada el ministro bávaro, que posteriormente lo fue de Alemania Federal, Hans Dietrich Genscher, comunicó en la sala de prensa el número total de muertos.

El desfile final tuvo como nota española ver la bandera nacional muy alta. Los jugadores de baloncesto tomaron en hombros a Rodríguez Cal, boxeador minimosca que ganó la medalla de bronce, la primera individual española desde la plata de Ángel León en 1952. En Múnich hubo también otra medalla, pero una historia funesta. Jaime Huélamo conquistó la medalla de bronce, pera la tuvo que devolver. En la prueba de ciclismo en ruta, entonces solamente participaban los aficionados, el seleccionador, Gabriel Saura, le dio a Huélamo una dosis de coramina para que aguantara durante la prueba llevando a José Luis Viejo quien estaba destinado a intentar el triunfo. Viejo no pudo aguantar y Huélamo se sintió fuerte, se fue hacia delante y acabó tercero. La alegría fue inmensa hasta que apareció el control positivo. Húelamo tuvo que devolver la presea y España perdió una de las dos.

En atletismo se vivió la exhibición del sueco Lasse Viren quien ganó en 5.000 y 10.000 metros. Se conoció que había sido sometido a una autotransfusión sanguínea y tal fórmula es hoy castigada como dopaje.

En las pruebas de fondo compitieron Mariano Haro y Álvarez Salgado. Haro rozó la medalla de bronce. Se la quitó el africano Yfter en la última vuelta. Fue cuarto.

En gimnasia apareció Olga Korbut, en natación brilló otra niña, la australiana Shane Gould, con su koala como mascota y en la piscina se convirtió en el gran héroe estadounidense Mark Spitz, que acaparó siete medallas de oro. El atletismo vio ganar al ucraniano Valery Borzov la final de los cien metros. Los dos estadounidenses finalistas llegaron tarde al estadio y no pudieron competir. Y otra de las estrellas de Múnich fue la alemana Ulrike Meyfarth. Ganó la medalla de oro en Múnich con 16 años y doce años después, en Los Ángeles 84, repitió triunfo. En doce años pasó de 1,92 a 2,02.

A partir de Múnich, la seguridad se extremó en todos los Juegos. A los periodistas nos comenzaron a controlar de manera exhaustiva.

Juan Antonio Samaranch, como miembro del COI, tenía siempre la ilusión de entregar medallas a los españoles. En Montreal, al fin, pudo hacerlo en dos ocasiones. Fue el podio del piragüismo con Herminio Menéndez, Díaz Flor, Celorrio y Ramos Misioné, que ganaron la plata en el K4 y en la vela, clase 470, con Gorostegui y Millet. Los periodistas españoles nos desplazamos desde Montreal para presenciar ceremonia tan singular. Ver premiados a los españoles no era habitual. En Montreal hubo decepciones en natación lo que llevó a que en las crónicas apareciera aquella frase infamante de que lo mejor de los nadadores era que no se había ahogado ninguno.

La inesperada victoria de la URSS en la final de baloncesto en Múnich ante Estados Unidos fue muy discutida. Belov marcó la canasta del triunfo cuando quedaban tres segundos. El balón voló por todo el campo y Belov lo recogió debajo del aro americano. Fue en ese instante cuando comenzaron a contar los segundos. Tuvo tiempo suficiente para encestar. Aquella primera derrota estadounidenses hizo que en Montreal llegara a existir ambiente de americomaníacos. Todas las grandes ovaciones fueron para las barras y estrellas.

En la capital del Québec nació la figura de Herminio Menéndez quien en 1980, en Moscú, volvió a ganar la plata esta vez con Del Riego en el K2, y el bronce junto a Ramos Misioné en el K2 1.000 metros.

Fue también el nacimiento de la era de triunfos en vela. Desde 1976 a 2008 España no ha dejado de ganar medallas salvo en el año 2000 y desde entonces se han sumado once oros y cinco platas. Pionero en esta especialidad fue Santiago Amat. Tuvo bronce en 1932.

El finlandés Lasse Viren, como en Múnich, ganó oro en 5.000 y 10.000 metros, pero esta vez no estuvo en su estela Mariano Haro.