A lo largo de casi un tercio de siglo de democracia en España, la tensión principal ha venido de la geografía autonómica y sus polos nacionalistas, pero sin que esa tensión haya llegado a poner en crisis radical el Estado. Así pues, cabría ya dar por consolidado el modelo: se trata de un modelo estable de Estado no consolidado. La realidad nos ofrece mil casos de sistemas que funcionan, de modo duradero, bajo un modelo dialéctico, en el que sus elementos tienden a separarse o bien a chocar, pero al final el juego de fuerzas evita la catástrofe. El propio universo, sin ir más lejos, sería un ejemplo. La no consolidación debe entenderse en su significado exacto: no es un modelo sólido, sino sujeto a la mecánica de fluidos. En un modelo así los alaridos de independentistas y unitaristas (o de centrífugos y centrípetos) componen la necesaria música de las esferas: música celestial.