Revelar los carretes de las vacaciones parece que requiere un esfuerzo titánico en nuestro universo digital. Ser coleccionista de imágenes en papel tiene ya algo de ancestral. «Eso somos, un puñado de palabras, un montón de imágenes que se mantienen unidas, siempre amenazados por el sinsentido de la siguiente transformación… Aprender a conocer nuestras imágenes, así como aprender a conocer nuestras palabras, ése es el argumento de la obra», dice Félix de Azúa.

Desde la sènia de Benicolet en donde un aca extraía el agua para las tierras de secano, el río Sot y la fuente de Santa María en Sot de Chera o la fuente de los siete caños en Siete Aguas, un revoltijo de lugares que conformaron una infancia, hasta la llegada a la ciudad y a la clandestinidad, con los nombres de guerra, las asambleas y las octavillas de madrugada. Después llegó la transición con sus primeras elecciones. Y allí conociste a Wilebaldo Solano, del POUM, en un esfuerzo de unidad de aquella otra izquierda que no llevó a nada más que al FUT (Frente para la Unidad de los Trabajadores). Y afloraron parlamentos y cortes y la política la hacían los diputados y las diputadas y los funcionarios de los partidos democráticos. Hasta la intentona golpista del 81 que se escenificó en las Cortes de la Carrera de San Jerónimo y con los tanques en nuestras calles.

Entre los lugares de la política, ahora han ganado terreno las encuestas demoscópicas, internet y las redes sociales, los vídeos promocionales, la aparición, cada día más frecuente, de los políticos en los llamados programas del corazón en una curiosa simbiosis, conformando, como decía José Luis Brea, un «efecto cháchara» que todo lo inunda de titulares de un día, voces que tienden a una mayor simplificación y se acercan peligrosamente al «grado cero de interés». La actual escenografía se completa con los espacios de duelo de los grandes atentados, la Zona Cero de Manhattan, la estación de Atocha. Y cómo no, la judicialización de nuestra actividad política, que pasa cada día más por los tribunales de justicia y por el protagonismo de los procesos judiciales. Entre los lugares de actualidad durante estas semanas, recordamos la concentración de UGT de Rodiezmo, curiosa actividad sindical en donde el protagonista fue el ausente y esos desteñidos pañuelos que no dejaron ni aproximarse a los mineros de León y Asturias, que aspiran a mantener los puestos de trabajo del carbón. Y por esos mismos días, la dirección del PP otra vez en la plaza de Obradoiro, como si Galicia no tuviera otros lugares que mostrar para promocionar turísticamente sus paisajes. Y cómo no recordar que el presidente Montilla, en búsqueda permanente de su redención, tiene en Barcelona, el próximo 7 de noviembre a Benedicto XVI, consagrando la Sagrada Familia y el 28 de noviembre las elecciones catalanas alrededor del partido Barça-Real Madrid.

«¿Por qué no vivimos ya más que de retornos?», se pregunta Félix Duque. Parece ahora que todos caminamos sobre una fina capa de hielo. En una España con el 12,3% de la población de extranjeros frente al 8,8% en Alemania o el 5,8% de Francia, es evidente la necesidad de respetar la diversidad real de los ciudadanos, ya que los partidos gobiernan para todos, no sólo para los que son aficionados a la Internacional y al puño en alto o para los que tienen fe y la practican. Se trata, en estos momentos de crisis, de defender la libertad, mejorar la cohesión social y fortalecer las instituciones. Se dice que el pasado es un país extraño y en España con Rodiezmos y obradoiros parece que aún habitamos en él.

No utilizar innecesariamente espacios ajenos a la política. Que ningún acto ni ningún gesto pueda ser entendido como una ofensa a los que piensan distinto. Mezclar religión y política es poco saludable en términos democráticos y de tolerancia, y eso vale para las iglesias, santuarios, mezquitas y todos los lugares sagrados. «Si tenéis que ser "más" algo, entonces yo diría que tendríamos que ser más europeos», dice Sloterdijk. No es un mal consejo.