A bombo y platillo tenemos AVE. Ya no es el momento de cuestionar esta infraestructura ferroviaria, pues, frente a los análisis más racionales, y otras propuestas como la del corredor mediterráneo o las cercanías, ha prevalecido el tradicional criterio de acortar el tiempo de comunicación con la Villa y Corte. Ahora cabe rentabilizar tan costosa obra pública. Venimos escuchando las bondades del AVE, las cifras de los beneficios suben y se lanzan sin criterio. Oía el día del fausto acontecimiento, en la primera cadena de TV pública, cosas como «Levante está más cerca»: de nuevo se nos incluía en esa denominación, creada por el centralismo carpetovetónico, y se hacía mención de los incentivos para visitarnos: paella y mar. La misma alcaldesa de Valencia incurría en ese tópico con su invitación a los altos representantes del Estado a comer paella en la playa.

Uno se interroga si no disponemos de otras opciones, de otras alternativas que brindar a nuestros visitantes más allá de la paella. Y la verdad es que, a mi juicio, tenemos mucho que ofrecer, en la línea de conocer aquello que hemos aportado, y podemos seguir aportando, a la cultura, a las manifestaciones que nos identifican como pueblo abierto, mediterráneo. En tal línea cabría estudiar opciones, incluso algunas que en estos momentos podrían aplicarse sin apenas invertir: veamos ejemplos.

Una de nuestras mejores épocas, reconocidas por todo el mundo, fue el Renacimiento. Nuestra arquitectura de ese momento sigue en pie, tanto en el cap i casal como en otras poblaciones. En Valencia podemos potenciar, entre otros puntos, una ruta renacentista, incluyendo, entre otros, la pinacoteca de San Pío V, los conventos de la Trinidad y San Francesc, o San Miquel dels Reis (hoy Biblioteca Valenciana) y, tras la ampliación, el Centre del Carme. En algunos casos —Trinitat y San Francesc— debería implicar unos convenios entre distintas partes, como en diversas ocasiones hemos recomendado desde el Consell Valencià de Cultura, para habilitar horarios visitables.

De igual forma, habría que dar una solución no destructiva al Cabanyal, así como, también, potenciar y dar a conocer el centro histórico, no solo para tomar copas. Podemos dejar de ser «Levante» para ostentar una identidad más definida, conformada por nuestros valores patrimoniales, como lengua, tradición histórica y cultural, sin olvidar el presente.

Si nos atenemos a lo que ofrece Madrid a los visitantes del AVE, además de las gestiones administrativas, tenemos como incentivos el Prado, el Thyssen, el Reina Sofía, el Retiro, y no simplemente el cocido madrileño. No queramos seguir siendo provincianos, presentémonos como pueblo, como cultura, con otros elementos identitarios o de ocio, como he intentado ejemplarizar. Tenemos AVE, veremos en qué se traduce su servicio. Si al final sirviera para que la realidad valenciana fuera mejor y más conocida, no estaría mal. Ahora, quienes mandan aquí y allá deberían tener más ambición, más perspectiva, pues de momento se quedan en aquello del «Levante feliz», o la paella.

Miembro del Consell Valencià de Cultura