Andan falleros y gobernantes detrás de conseguir para la fiesta de las fallas el título de patrimonio de la humanidad que otorga la Unesco. Es rimbombante pero no da más que compromisos sin subvenciones. Le dieron el diploma a la Lonja, y ahí sigue, tan bien como siempre, generando quejas de que su entorno no está tan atendido como debiera y de que no se pueden hacer visitas guiadas. El Misteri d´Elx también lo tiene, y el arte rupestre levantino que nadie puede ver para no estropearlo. Esto de patrimonio mundial lleva camino de convertirse en un club al que todo el mundo puede pertenecer, como la Unión Europea. Y mientras se afronta el reto internacional no se atiende lo suficiente el reto local, el de mimar la fiesta en el ámbito próximo, el de los que conviven con los actos sin estar en ellos. Pólvora, ruido, fuego... Convendrá intentar que las Fallas no sean tan agresivas como parecen sus elementos. Y el título mundial, que al menos no sea arma arrojadiza.