Espero que Camps no le haya dado también las gracias a Dios y a la Macarena de la firma que le echó, cuando ya estaba a remojo, al contrato de la Fórmula 1 con Ecclestone, ese ciudadano que por sólo alquilarle a la Generalitat la franquicia de la marca nos costaba un porrón de millones anuales a los valencianos.

Digo que espero no, porque si la tal firma no fue una alevosa y temeraria ilegalidad, falto de algunos requisitos del procedimiento administrativo, ley de contratos —doctores tiene el Derecho Administrativo—, sí al menos ha sido una evidente inmoralidad por hipotecarnos, con la que cae, y entregarnos encadenados al señor de los cochecitos hasta el año 2019.

A falta de que los jurídicos y la oposición se pongan a destripar el contrato y ver qué hay de legal o ilegal en él, por si resultara ser nulo de pleno derecho, sí se puede concluir ya, sin mucho esfuerzo, en la inmoralidad del acto realizado, cuando el taxímetro del paro no cesa y no hay dinero ni para que en las ambulancias de súper urgencias vayan médicos que asistan a los en peligro de muerte.

Camps, que debía saber de su dimisión al día siguiente, tomó una decisión, sino interesada, sí muy irresponsable al hipotecarnos en cantidades millonarias con el Ecclestone, a quien su entrada en contacto con Valencia le ha supuesto importantes beneficios. ¿Por qué tanta prisa en cerrar ese trato con Ecclestone? ¿Por qué tanto interés en firmar horas antes de su estampida?

Camps, horas antes de marcharse, hubiera podido firmar, como asignaturas pendientes, cosas necesarias y de justicia como los pagos a las familias de grandes dependientes y enfermos mentales, que llevan años esperando la solidaridad del estado de bienestar de la Generalitat. O hubiera podido recibir a los familiares de los 43 muertos del accidente del metro, darles el pésame y pedirles disculpas por la inhumanidad demostrada con ellos.

No fue así, sólo se acordó de Ecclestone y los cochecitos, de quedar bien con él y mal con su sucesor y los valencianos. Lo de la Fórmula 1 es una de las patatas abrasadoras que Camps le ha dejado a Fabra, a las arcas de la Generalitat y a los valencianos. Un regalito —nunca mejor dicho— envenenado.

Fabra anda estos días estudiando la manera de desmantelar todos los mundos de fantasía de Camps y tirárselas de encima, entre ellas la Fórmula 1. Intenta borrar o romper el contrato Camps-Ecclestone. Yo diría que hasta le debe estar suplicando para que no se acuerde de él o lo tenga por papel mojado. Fabra sabe cómo están las cuentas y las deudas de la Generalidad y de qué manera le está subiendo la lista de parados de la Comunidad y no está para cuentos, ni fantasías de pijos. O lo que es lo mismo, recuerda y aplica el sabio el refrán que dice : «No tenemos para pan y compramos abanicos».