Nuestra solidaridad con los mamíferos es escasa. Nos los comemos (la vaca), experimentamos con ellos (el ratón o el mono), o los esclavizamos (el burro). No sé, quizá es más lo que nos separa de ellos que lo que nos une, cosa increíble si pensamos que lo que nos une es la teta, la teta y el habernos hecho dentro del vientre de nuestra madre. Sería comprensible que nos comiéramos a las arañas, que experimentáramos con las lagartijas o que esclavizáramos a los gusanos, pues los tres nos caen, biológicamente hablando, un poco lejos. Aunque quizá no tan lejos, pues acabo de leer que el gusano se deprime, lo que parece una redundancia. Precisamente andan buscando ahora en la lombriz el gen de la tristeza nuestro. Cuando den con él, podremos apagar y encender a gusto el interruptor del hundimiento psicológico.

Pero hablábamos de la escasa empatía que mostramos hacia nuestros hermanos mamíferos, cosa rara si pensamos la repugnancia que nos produciría el hecho de que el escarabajo pelotero, por poner un ejemplo, fuera también mamífero. No olvidemos que este coleóptero se alimenta de excrementos que lleva de un lado a otro tras haberlos convertido en una bola fétida enormemente funcional. Habríamos considerado una broma de la naturaleza que la hembra de este bicho tuviera sus tetitas y su útero y su corazoncito, en fin, porque consideramos que el mamífero se encuentra en la cumbre de la evolución y todo eso. Claro que la rata de alcantarilla, a la que tanto detestamos, también es mamífera, quiere decirse que en todas las especies cuecen habas.

Ahora bien, de entre los mamíferos, venían produciéndonos un respeto especial los marinos. La ballena y el delfín, sin ir más lejos. La primera ha protagonizado una de las grandes novelas de todos los tiempos (Moby Dick) y el segundo es el mejor amigo de los niños en los zoológicos de medio mundo. A la ballena ya se le había perdido el respeto porque era en sí misma una fábrica gigante de carne y esperma, pero al segundo nadie le había hincado el diente. Hasta ahora, porque la crisis lo ha convertido también en un mero producto cárnico. A mí me parece una suerte de canibalismo oscuro, quizá también un extraño modo de incesto. De ahí a la antropofagia hay un paso y otro crac económico.