Uno de los peores vicios que acechan a la profesión política es el de la hipocresía, y con las acciones de la policía el político suele ser hipócrita. Siempre he pensado que cuando una unidad antidisturbios da palos es como si los diera el que desde lo más alto dice «actúese con energía», «que no se acerquen bajo ningún concepto», o así, y el brazo ejecutor, mandos y policías de porra, son simples instrumentos. Medir con precisión el grado de contundencia de un palo, en un contexto de tensión callejera, es difícil. Distinguir al pacífico del violento en una masa enrabietada (que sea lógica su rabieta, que lo es, ya es otro asunto) resulta imposible. Por eso está bien que el Gobierno haya felicitado a la policía por el 25-S. No porque lo haya hecho bien, pues casi seguro se ha pasado, sino porque, al felicitarla, al menos ha asumido sin hipocresía que los palos los daba el Gobierno.