Celebrar el Día de la Radio es un canto a la nostalgia. O quizá, exaltación de la melancolía. Los programas dedicados al recuerdo se han detenido en tiempos en que los protagonistas ante los micrófonos aún son personajes más o menos presentes en la actualidad. Quienes nacimos antes de la llegada de la televisión conservamos en la memoria figuras y programas que nos hicieron consumir radio a veces con tanta fruición con que los niños de ahora ven los dibujos animados o los adolescentes pasan horas ante el ordenador o la tableta.

Radio Valencia hizo famoso al «señor Pérez», quien dirigía un programa dirigido a los niños. Era inevitable seguirle los domingos. La radio tenía gran variación en concursos (de uno de ellos surgió como locutor Joaquín Prats), horas dedicadas a los aspirantes a figuras de la canción y sesiones casi continuas en la gran oferta de la novelas radiofónicas que en aquellos años tenía en Guillermo Sautier Casaseca y Luisa Alberca los dos genios de la literatura radiofónica.

Las obras teatrales también tenían su «versión para la radio». Si Rafael Rivelles llenaba el teatro Eslava, Amparo Silva, esposa de Manuel Dicenta y madre de Daniel del mismo apellido y suegra consecuentemente de Lola Herrera, en Radio Nacional llenaba las sesiones nocturnas con un magnífico cuadro de actores que te hacían vivir las emociones del drama o los momentos amables de la comedia.

Lo que nunca muere, con Doroteo Martí de protagonista, y las siempre obligadas voces de Pedro Pablo Ayuso y Matilde Conesa, en los variopintos seriales de los autores citados, eran nombres casi de la familia. Con las radionovelas de mayor éxito, incluida aquella que recurría a la maldad soviética de la NKVD, se daba la circunstancia de que Radio Valencia, Radio Castellón y Radio Gandia ofrecían capítulos distintos con lo que las amas de casa, que se reunían para hacer sus labores, iban cambiando el dial para avanzar o volver a oír lo ya sabido.

Radio Gandia era la emisora de los discos dedicados. Por un duro, en días tan celebrados como San José, Virgen del Carmen o de la primera comunión, las dedicatorias eran interminables y era inevitable oír Madrecita María del Carmen, El Escapulario o De rodillas está mi niña ante el altar. La voz más oída era la de Juanito Valderrama. Con él competían en otro tipo de festejos Pepe Pinto «que si yo me casé contigo fue porque ella me lo mandó», un canto al poder del matriarcado. Las Amparo tenían por pieza obligada a doña Concha Piquer contando La Maredeueta.

Vicente Garrido dirigía el concurso Pregúnteme usted, que consistía, tras varias preguntas, en descubrir al personaje del que se debía hablar. Adiviné que se trataba de Manolete y me dieron dos duros, (tres partidos en Mestalla y uno en Vallejo), un tubo amarillo de Formitrol, producto del que anunciaban que contenía mentol penicilina y era para la garganta. Eran tiempos en que la radio emitía mensajes de productos con música: Cuando vayas el cine Tomasa/, como el aire de acecha la salir/, para el mal evitar/ usa siempre Okal Gargaril/, Gargaril, Gargaril/, desinfecta previene y corrige/, Gargaril, Gargaríl/ es tan bueno como un elixir.

La publicidad parecía obligado que estuviera adornada por la voz de algún/a cantante. Por ejemplo: Los paraguas Vízcaíno/ son señora/ lo más fuerte y lo más fino/. Si mal no recuerdo el establecimiento estaba en la calle Barcelonina y era propiedad del padre de Fernando Vizcaíno Casas. Las coplas publicitarias alcanzaban al Arroz Sos, el Norit del Borreguito, Las Hojas Palmera, Torrefacto Columba es el mejor café y La mejor malta de España, Labraña, uno de cuyos propietarios, Modesto Fraile Poujade, fue años después diputado por AP.

Vicente España y María Fernanda Martí solían coincidir ante el micrófono. Un día de los Inocentes anunciaron Suspiros de España, y no sonó el pasodoble, suspiró el locutor. La radio proporcionaba la gran popularidad de entonces y era corriente que los locutores actuaran en las presentaciones de falleras o proclamaciones de reinas de fiestas.

Las emisoras carecían de programas informativos. Sólo existía El parte de Radio Nacional, que comenzaba con el popurrí de los himnos Nacional de Falange y Tradicionalistas. Momentos antes, el locutor de turno decía aquello de «estamos a la espera de conectar con Radio Nacional de España», que transmitía desde los emisores de Arganda, desde donde también se creía que se interferían las emisiones de Radio Pirenaica o Radio España Independiente, que de ambas maneras se conocía y que obligaba a escuchar con el oído pegado al aparato por si un vecino oía tal perversión política y lo denunciaba. Aquella emisora situada en Bucarest fue con la democracia poste repetidor, para el Este de Europa, de Radio Nacional tras la compra del mismo por mi hermano a la sazón director general del Ente.

En El parte era obligado el «aviso para barcos mercantes y navegación de cabotaje» y en el anuncio del estado de la mar siempre se hacía mención al llamado «mar de Alborán», isla que ha perdido protagonismo. El hombre del tiempo, que comenzó por ser el después televisivo Mariano Medina, era muy seguido en las comarcas naranjeras durante el invierno por el temor a las heladas que en los años cuarenta y cincuenta hicieron estragos y hubo que arrancar miles de naranjos.

La radio era, sobre todo, el altavoz del deporte. Miguel Domínguez contaba los domingos lo que sucedía en Mestalla. Cuando entraba en Carrusel Deportivo, (dirigido por Vicente Marco) por el tono de su voz se podía adivinar si había marcado el Valencia o lo contrario. José Manuel Hernández Perpiñá era la figura de Radio Nacional de España en Valencia y seguía al equipo en los desplazamientos. Narró el partido Valencia-San Lorenzo de Almagro, el equipo que revolucionó el fútbol con su estilo. Y por supuesto, aquellas eliminatorias de Copa de aquél equipo bautizado como bronco y copero.

Uno de los programas semanales de Radio Valencia se titulaba Eutrapelia cinegética y la voz sapientísima era de Guzmán Zamorano Ruiz. Eran tiempos de tiradas en La Albufera y grandes concursos de «tir de colom», posteriormente de tiro al plato, especialidad en la que un alcoyano apellidado Bolinches fue campeón del mundo.

Los sábados, Radio Nacional emitía el programa Fantasía desde Barcelona con Federico Gallo, Jorge Arandes, Maruja Fernández y Juan José Castillo, que aún no decía lo de «entró, entró». También formaba parte del elenco Miguel Ángel Valdivieso la voz de cinematográfica de Jerry Lewis.

Maruja Fernández nació en Cuba y fue la intérprete de «la señora Francis». Desde Andorra llegaba la «emisora de los valles de Andorra» con una musiquita que la distinguía, Noches de Andorra y tenía también concursos como Los novios de Sigma. Pero novios, novios, los de Muebles Peris: Tener una casita/ para descansar/ y mi maridito/pueda allí fumar/ quiero Muebles Peris/ que son lo ideal/ pues los muebles Peris (redoble sonoro) no tienen rival. A continuación del cántico se decía «Novios: si pronto queréis casaros y muebles tenéis que comprar, Muebles Peris, muy baratos y a plazos los puede dar».

En aquellos años la calle más mentada de Valencia era la de Don Juan de Austria y no sólo porque en el Teatro Apolo actuaran cantantes de zarzuela como Antón Navarro o Francisco Bosch, además de vedetes como Carmen de Lirio, sino porque allí residía Radio Valencia. En el dial también existía Radio Mediterráneo, pero esta era una emisora de la que nadie hablaba. Quizá incluso existía. Dentro de unos años, seguramente, habrá quienes recuerden la gran explosión popular de la FM.