El 6 % de los usuarios contesta al móvil mientras tiene relaciones sexuales, dicen las empresas del sector. Quieren indicar que hay un 6 % de usuarios muy enganchados al móvil, incluso cuando están muy enganchados. Uno de los primeros objetivos de la telefonía móvil fue ofrecer una buena cobertura, algo que comparte con el sexo y con los seguros. El 6 % es un porcentaje pequeño, propio de los más adictos al teléfono (y menos al sexo) pero hay realidades sociales españolas que se podrían cruzar (perdón por el término en este contexto) y aún lo rebajarían más.

Aunque el móvil ya es casi sólo ocio, la excusa para comprarlo fue el trabajo y sigue aparentando un instrumento laboral, como lo era la carpeta que paseaban los ociosos y los rentistas. El móvil es la herramienta más común en una sociedad de servicios, en una economía terciaria como la española.

España tiene el horario más extenso de Europa que nos da, a la vez, una mala calidad de vida (real) y una de las productividades más bajas. Por la extensión de la jornada laboral no es raro que el trabajo entre en el momento del sexo y, menos veces, que el momento del sexo entre en el trabajo. El que llama suele ser para hacerle al que descuelga lo mismo que está haciendo él con otra persona. El sexo en el trabajo no es lo que baja nuestra productividad, lo que pasa es que el trabajo y la conciliación son irreconciliables en España.

En la calle se ve muchas veces que el móvil consigue lo que tanto se pide a la pareja: que te haga reír. Habrán reparado en las sonrisas abstraídas de transeúntes que sólo miran al móvil.Hay personas que consideran el móvil y el sexo tan inseparables que según a qué horas y en qué ambiente pedirles el número equivale a pedirles la llave del dormitorio. Pero lo peor que se puede imaginar es que dos personas de ese 6 % coincidan en el mismo momento y en los mismos actos, en el sexual y en el de descolgar.