Los usuarios de Metrovalencia se quedaron compuestos y sin tren, o demasiado acompañados en vagones con más gente apretujada que en una fiesta del Madrid Arena, porque la empresa, en una misteriosa concepción del tiempo que no se la salta ni Iker Jiménez, ni un consejo de astrónomos mayas, decidió que el jueves y el viernes, también eran sábado y, por tanto, suprimían la cuarta parte de los convoyes. Sin avisar y sólo en Valencia, Alicante tuvo más suerte ¿O es que El lunes empieza el sábado, como aseguran los hermanos rusos Boris y Arkadi Strugatsky en su descacharrada parodia de las manías de la burocracia?

No lo sabemos, pero ocurre en una época en la que los telediarios suelen presumir de nuestras obras gigantescas en Brasil o del AVE español entre Medina y La Meca, para qué querrán alta velocidad los que lo abandonan todo para rezarle a Alá varias veces al día. El caso de los trenes disminuidos es tan general que no lo vemos, pero a veces cuesta más llegar a Alcoi, vía Xàtiva, en Cercanías, que a Nueva York en Ryanair. Pero eso sí, tenemos la red de AVE mayor de Europa y el número de millonarios españoles ha crecido un 13 % en un año, dicen que por jugar a la bolsa: dada la cantidad de gente que tiene que mendigar unas monedas para comprar el billete del autobús, deberíamos preguntarnos, a título de hipótesis y sin señalar a nadie, que es de mala educación, cuántos pobres nuevos hemos tenido que fabricar para dar a luz a unos cuantos nuevos ricos. Sovietismo al revés. Ojo al tren.

Cuando yo era niño y me leía hasta los prospectos de las medicinas, no encontré que los medios cultivaran ese curioso género consistente en restregarnos por las narices lo que ganan los futbolistas o las top models, ni cuántos billionaires de matriz hispana teníamos en la lista Forbes, el tal Forbes no boxeaba. Considerábamos que hablar de dinero era de mala educación. Y discutir por él, de gañanes. Todavía don Camilo José Cela decía que el escritor es como la puta: puede fornicar gratis por hacerle un favor a un chico que se deja querer, pero no discute la tarifa.