Hacienda somos todos, rezaba el famoso lema. Bueno, todos menos Carlos Fabra o Iñaki Urdangarin, por citar los últimos casos más sonrojantes de notables defraudadores al fisco. Obligados por su condición de servidor público el primero, y de consorte de una infanta de España el duque, lejos de dar ejemplo han intentado burlar el sistema. De todas las formas posibles y a cada cual más vergonzante para quienes no detentan ni el estatus de uno, ni el rango aristocrático del otro. La Constitución proclama que todos los españoles tienen los mismos derechos y obligaciones. Con harta frecuencia, los derechos quedan reservados a unos pocos. Pero no se apuren por el expresidente de la Diputación de Castellón. Él está «muy tranquilo». Tras diez años de instrucción judicial, el todopoderoso Fabra cree haber salvado su honor. Ni cohecho ni tráfico de influencias pueden achacársele. Ha sido condenado a 4 años de cárcel, pero por evasión fiscal. Una nimiedad. Ya ven, para los privilegiados como él, esas cosas no tienen importancia.