Acostumbro a salir en bicicleta por los alrededores de Riba-roja en la zona de Les Rodanes. En primavera apetece más coger la bici de montaña y disfrutar con los amigos. La naturaleza nos regala su belleza, la floración de los naranjos nos produce un impacto sensorial. Pedaleando recorremos el camino, subiendo por sendas, descendiendo montículos, sorteando piedras como las que nos encontramos en el quehacer diario. Cada pedalada nos va acercando a nuestro destino, en cada una ponemos nuestra ilusión, nuestra esperanza de encontrar un nuevo horizonte en el que los sueños se vayan haciendo realidad. En ocasiones, el camino se estrecha, se pone duro, existen riesgos, debemos mantener el equilibrio, vamos superando los tramos complicados, poco a poco ascendemos las lomas y divisamos los naranjales, ahora nevados por el azahar. Observamos los colores de las amapolas, los pinares, algún conejo que se cruza y bastantes perdices que nos saludan por los caminos. No resulta extraño que la primavera se asocie a la juventud o a la felicidad de espíritu.

La segmentación del año en estaciones no siempre fue igual. Hubo un tiempo en que los romanos distinguían dos estaciones: una larga, veris; otra corta y fría, hibernum. Desde esta perspectiva, la primavera significaba el principio del verano. Cervantes, en el Quijote, nos menciona la existencia de cinco estaciones: primavera, verano, estío, otoño e invierno. Los poetas han glosado la primavera en sus versos. Neruda escribía que podrán cortar todas las rosas pero no podrán detener la primavera. Antonio Machado, cuando su joven esposa se estaba muriendo, esperaba otro milagro de la naturaleza que hiciera brotar la vida del tronco seco y en su mitad podrido. Las lluvias de abril y el sol de mayo eran su última esperanza. En ocasiones nos empecinamos en que los viejos árboles rebroten pero ya cumplieron el ciclo de la vida y ahora deben darnos calor convertidos en leña.

Políticamente, la primavera se asocia a movimientos populares regenerativos. Quizá la crisis económica nos lleve a una primavera española. Esperemos que no se convierta en juego floral y oportunismo populista. Sería bueno que cuidemos los brotes pero fortalezcamos los árboles con estacas para que el viento de los problemas no los tumbe. La primavera de Praga finalizó en 1968 con la invasión soviética. Estuvo inspirada en el Mayo del 68, otra primavera que intentó cambiar occidente defendiendo una utópica libertad. Recientemente, los movimientos populares árabes, la primavera árabe, hicieron patentes las ansias de cambio social pero sus resultados no han vislumbrado un horizonte mejor. Actualmente los contactos entre Cuba y EE UU podrían llevar a una primavera latinoamericana.

Ahora que la primavera realiza su milagro anual, ahora que empezamos a salir de la crisis no debemos eliminar los brotes verdes de las plantas, debemos regarlas para que no se mustien. Es tiempo de intentar amar, reír, seguir creyendo en los buenos ideales y saber rectificar. Cualquier tiempo pasado no fue mejor ni el futuro nos augura nada. Vivamos el presente, recebemos nuestra sociedad, abonemos los campos, depositemos las semillas y aseguremos un porvenir adecuado a nuestros chavales. Podar no es divertido pero nuestros árboles lo agradecerán. Eliminar rastrojos, tipejos corruptos, malas prácticas, dotar nuestros campos de infraestructuras, apoyar a las empresas y a los trabajadores, conseguir el corredor mediterráneo y aplicar la cordura harán reverdecer nuestros campos y podremos disfrutar de nuestra primavera y por qué no del invierno de la vida.