El dato de la Encuesta de Población Activa es incontestablemente bueno. A escala nacional se ha descendido un 5,4 % en comparación con el trimestre anterior, la mayor bajada en un segundo trimestre desde 2008, y la Comunitat Valenciana es la tercera autonomía donde más baja el desempleo en este mismo período, con una tasa de paro que cae al nivel más bajo desde 2010. A estas cifras les podemos poner todos los adjetivos que queramos, pero aunque estén marcadas por los tintes de la precariedad laboral o la coyuntura de las fechas estivales, sería un error seguir negando que España comienza a ver la luz al final del sombrío túnel en el que hemos estado durante más de siete años. En general, parece que volvemos a crecer al ritmo anterior a la crisis.

Sin embargo, la Comunitat Valenciana no puede decir que ha superado la crisis o que esté en la antesala de un horizonte de recuperación económica. Centrados sólo en las cifras de desempleo, nos estamos olvidando de dos factores fundamentales para el debate de los próximos meses, unos elementos que nos deben ayudar para bajar del macro a la realidad cotidiana. Por un lado, tenemos las políticas que deben articularse para las familias y colectivos más vulnerables, quienes después de la crisis pueden quedar en una situación de mayor desventaja que el resto de ciudadanos, y por otra parte, está la necesidad de acometer una reforma del sistema de financiación autonómica, el principio de solidaridad interterritorial y la corresponsabilidad frente a los territorios que más aportamos al conjunto del Estado.

De poco sirve que la Comunitat encabece la creación de empleo, si en paralelo mantenemos unas tasas de infrafinanciación tan alarmantes. Recibimos 376 euros menos para protección social que el resto de españoles, como denunciaba Levante-EMV tras la publicación de las balanzas fiscales del Ministerio de Hacienda y Administraciones Públicas, siendo la única región que aporta más de lo que recibe conuna renta por debajo de la medida y con la peor financiación. En un momento de cierta orfandad política, tras más de 20 años de hegemonía popular en Valencia, es hora de que la sociedad asuma el papel de actor principal en las próximas elecciones generales, reclamando a todos los partidos unidad y fortaleza en esa exigencia de respeto a los intereses valencianos.