Que la Comunitat Valenciana ha entrado en un nuevo ciclo político es obvio y nadie lo discute. Un tiempo nuevo caracterizado por la concentración de poder institucional en la izquierda. La cuestión es cuán largo puede ser el ciclo, o lo que es lo mismo, si el PPCV es capaz de regresar a las mayorías de gobierno o, al menos, hacer amistades: no tenemos amigos en Les Corts ni en los ayuntamientos, un motivo serio de reflexión. Hoy el PPCV está solo y Ciutadans nos da la espalda. La solución pasa por la respuesta que demos con la capacidad de regeneración del PPCV.

La estabilidad nacional que proporcionaban el millón y medio de votos que el PP obtenía en la Comunitat Valenciana y la contención a nivel institucional frente al poder territorial de la izquierda en España fueron dos factores lo suficientemente atractivos para la dirección nacional del partido como para dejar en segundo plano cuestiones de una importancia capital que jamás fueron atendidas debidamente. El PPCV se construyó sobre cuatro pilares, de equilibrio inestable, esforzadamente agrupados entre 1991 y 1997: AP y sus juventudes, el CDS y los restos de las juventudes centristas, Unión Valenciana, y una categoría de electores nuevos a partir de 1999: los workers-conservatif, electores que otrora hubieran votado alternativas de izquierda, en especial en el área metropolitana de Valencia, y que hoy han optado, indignados, por Compromís. Nuestros adversarios políticos lo entendieron perfectamente. Sabían que si desprestigiaban ante nuestro electorado a la cúpula dirigente del PPCV cuando el factor económico que sustentaba el edificio quebrara, como así ocurrió a partir de 2008, y lograban desmovilizarnos, los pilares del edificio se tambalearían. Y así lo hicieron con una eficacia letal y total.

La pregunta, ahora, es si los que impusieron las caras nuevas en 2011 han aprendido, y si es posible reconstruir el centro-derecha valenciano: centro-liberal, regionalista y social-conservador, hoy disperso entre Ciutadans, restos regionalistas, lo que queda del PPCV, y los que se fueron indignados a Compromis en el área metropolitana de Valencia. Quien está haciendo los deberes es Ciutadans, mientras estamos callados en ayuntamientos y, también, en Les Corts. No podemos seguir así. Ya no existe ese millón y medio de votos, se dispersaron. Debemos dejar de ser un partido con jerarquías desgastadas que se atrincheran a puerta cerrada, impidiendo el acceso a los militantes como ocurrió el pasado sábado en la sede de la calle Quart de Valencia.

No debemos desperdiciar los preciosos meses que tenemos por delante, incapacitados por la parálisis de unos cuadros dirigentes más ocupados en asegurarse un sustento que en hacer labor política, enmudecidos por carecer de capacidad de respuesta ante los embites de la izquierda, lastrados por el peso de los casos de corrupción. No debemos consentir que las listas electorales se conviertan en bote salvavidas de aquellos que nos han llevado al desastre o de aquellos otros, más jóvenes, que medraron en las instituciones hasta puestos directivos en el PPCV apadrinados por figuras que hoy deambulan por los tribunales de justicia.

Los militantes no queremos que se consume de nuevo el engaño a la dirección nacional del partido. Debemos hablar, y mucho. Necesitamos un Congreso Extraordinario regional a celebrar cuanto antes. Una directiva urdida desde las alturas, a espaldas de la militancia, refugiada en los lastimosos restos institucionales que aún conservamos es una jefatura que condena al PP valenciano al ostracismo en posibles pactos, al rechazo y la lejanía de los votantes jóvenes. Un Congreso Regional Extraordinario que, a la vez, se convierta en unas primarias para las elecciones generales de noviembre que diga no a la pretensión de imponer listas y liderazgos. Lo podemos hacer y queremos hacerlo.